17.05.2015 Views

la esclava instruida - José María Álvarez

la esclava instruida - José María Álvarez

la esclava instruida - José María Álvarez

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

José#María#Álvarez#<br />

El fuego se había roto, y tú, siempre dispuesta al prodigio, dejaste mis rodil<strong>la</strong>s y<br />

volviéndote hacia Natalia, <strong>la</strong> atrajiste sibilinamente hacia ti y <strong>la</strong> besaste en <strong>la</strong> boca. El<strong>la</strong> se dejó<br />

hacer entre risitas. Tú metiste tu manecita juguetona por el tejano de Natalia y empezaste a<br />

acariciarle. Natalia abrió su cremallera y cerrando los ojos echó <strong>la</strong> cabeza hacia atrás. Yo<br />

empecé a acariciarte, hice que te arrodil<strong>la</strong>ras en el sofá ofreciéndome tu culo, y alzando tu falda,<br />

te bajé <strong>la</strong> braguita y empecé a besártelo. Aparté tus nalgas suavísimas y contemplé fascinado el<br />

espectáculo de tu ano azul al que cubrían unos delicados pelitos, últimas estribaciones de tu<br />

conejo soberbio. Apoyé <strong>la</strong> lengua y <strong>la</strong>mí ese fabuloso pozo de diamantes. Tú, mientras tanto, le<br />

habías quitado el tejano a Natalia y estabas besuqueando su vientre y su pubis azabachado; te<br />

arrodil<strong>la</strong>ste ante el<strong>la</strong>, abriste sus muslos y chupaste con avidez aquel coño montaraz y fogueado.<br />

Tengo muy grabadas <strong>la</strong>s imágenes de aquel<strong>la</strong> tarde. El pelo dorado de Natalia desbordado<br />

sobre los cojines del sofá, sus ojos idos, sus suspiros, mientras tú, hermoso animalillo mío,<br />

acariciabas con tu lengua aquel chochito que tanto había yo deseado contemp<strong>la</strong>r y acariciar<br />

desde hacia unos meses. Me desnudé. El espectáculo era soberbio: Natalia gemía bajo tus<br />

caricias, <strong>la</strong>s dos casi desnudas ya sobre el sofá. Acaricié tu espalda, y mientras seguías besando y<br />

mordisqueando a Natalia, te penetré por detrás. Giraste tu cuerpo y tus ojos como lumbre se<br />

c<strong>la</strong>varon en mí. Yo besaba tu espalda y tú seguías acariciando los pechos de Natalia. Cuando<br />

imaginaste que tu amiga estaba a punto, te echaste a un <strong>la</strong>do, tomaste mi verga y <strong>la</strong> llevaste con<br />

seguridad hacia el<strong>la</strong>, y se <strong>la</strong> metiste. Natalia resopló como una locomotora. Tú te apartaste y<br />

empezaste a acariciarte suavemente mientras contemp<strong>la</strong>bas con una sonrisa indescifrable mi<br />

polvo con Natalia.<br />

Era agradable el coño de Natalia. Tenía <strong>la</strong> calidad de una boca. Y qué bien sabía<br />

usarlo. Cogió mi ritmo inmediatamente, y movía en círculo sus ancas con ligeros y rapidísimos<br />

espasmos. Era, además, de <strong>la</strong>s mujeres de orgasmo lento y <strong>la</strong>rgo, de <strong>la</strong>s que parecen estar diez<br />

minutos corriéndose. Se aferraba a mi cuello con sus piernas y golpeaba vigorosamente. Y reía,<br />

se reía mucho.<br />

-Eres un hijo de puta. Un hijo de puta –exc<strong>la</strong>maba divertida.<br />

Tú, mientras tanto, mirándonos con p<strong>la</strong>cer, te masturbabas graciosamente.<br />

-Sí que lo es –le dijiste, entre risas, a Natalia.<br />

De pronto noté <strong>la</strong> sacudida de p<strong>la</strong>cer, y me dejé ir entre los brazos de aquel<strong>la</strong> criatura.<br />

Natalia contrajo sus músculos y yo empujé mi pol<strong>la</strong> con toda <strong>la</strong> fuerza que pude. Noté cómo el<br />

chorro caliente de mi esperma chasqueaba en sus entrañas. Cerré los ojos y me abandoné en sus<br />

brazos. Mientras vo<strong>la</strong>ba en ese desmayo, escuché tus jadeos: estabas también corriéndote. Nos<br />

quedamos los tres ovil<strong>la</strong>dos y mansos como ángeles satisfechos. Radiantes y felices.<br />

-Sois <strong>la</strong> hostia –dijo de pronto Natalia-. La hostia.<br />

Nosotros nos echamos a reír. Cómo suena aún en mis oídos aquel<strong>la</strong> risa de los tres,<br />

jubilosa, como elevándose sobre <strong>la</strong> estupidez del mundo.<br />

Te levantaste y fuiste a servir unas copas. Volviste al sofá y me rega<strong>la</strong>ste un gesto de<br />

brindis:<br />

-Por ti. Feliz cumpleaños.<br />

# 71#

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!