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la esclava instruida - José María Álvarez

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José#María#Álvarez#<br />

Pide un vodka bien frío (eso es un autohomenaje) y empieza a darle vueltas al p<strong>la</strong>tito de<br />

cacahuetes. Ve a una mujer en <strong>la</strong> barra que merece <strong>la</strong> pena: una negra de <strong>la</strong>s que he a<strong>la</strong>bado<br />

antes. El tipo piensa que evidentemente está allí por algo. Es muy hermosa: el pelo rubio<br />

obscuro le cae sobre un rostro de óvalo perfecto; tiene rasgos de esa belleza españo<strong>la</strong> que ya se<br />

va perdiendo, honda, verdadera, mujeres de cuerpo entero. El tipo no ve de el<strong>la</strong> más que el<br />

busto y <strong>la</strong> cara y los brazos (va bien arreg<strong>la</strong>da y fuma con estilo). Le hago pensar que <strong>la</strong>s reinas<br />

bíblicas debían ser así. “Zitto”, se dice, como en Don Giovanni, “mi pare sentir odor di fémina.” El tipo<br />

deduce que debe tener un coño espectacu<strong>la</strong>r. A esas horas y con el aburrimiento del día, todos<br />

los coños empiezan a ser espectacu<strong>la</strong>res. Pero el de esa mujer lo pregona. Yo lo pormenorizo<br />

después (<strong>la</strong> acostada es tuya, mi amor, pero el coño es de otro recuerdo, exactamente de <strong>la</strong><br />

negra que te he dicho antes) con aletas, una mata de pelo rizoso, como trencitas, y unos <strong>la</strong>bios<br />

extraordinarios que parecían orejas. El tipo <strong>la</strong> invita a una copa y conversan un rato. Le parece<br />

aceptable el precio y <strong>la</strong> lleva a su hotel, que lo pongo cerca, 45 y Madison. En cuanto entran en<br />

<strong>la</strong> habitación, el<strong>la</strong> se quita <strong>la</strong> ropa y se queda tan sólo con una braguita azu<strong>la</strong>da (aquel<strong>la</strong> tuya<br />

con estrellitas) de <strong>la</strong> que sobresale por <strong>la</strong>s ingles una mata de pelo formidable. El tipo se sirve un<br />

whisky y se tumba en <strong>la</strong> cama. El<strong>la</strong> se desnuda y empieza a besarle, sin hab<strong>la</strong>r, con una pericia<br />

de profesional, pero calurosa. Le mordisquea los hombros, <strong>la</strong>s axi<strong>la</strong>s, los pezones, el vientre (son<br />

tus dientes, mi vida, es tu forma de devorarme), y el tipo no tarda en responder a su faena con <strong>la</strong><br />

más entusiasta ovación de su pol<strong>la</strong> ya charo<strong>la</strong>da. El<strong>la</strong> –como tú aquel<strong>la</strong> tarde en La Habana- lo<br />

besa y le <strong>la</strong>me los dientes; su lengua le llega a <strong>la</strong> garganta; luego toma <strong>la</strong> lengua del tipo entre sus<br />

<strong>la</strong>bios y <strong>la</strong> chupa como si se tratara de su miembro. De pronto, se detiene, se sienta en <strong>la</strong> cama<br />

y, arrodillándose sobre él (reconocerás <strong>la</strong> postura), empieza a acariciarle <strong>la</strong> cara con sus pechos.<br />

El tipo acaricia <strong>la</strong> espalda de <strong>la</strong> negra, sus caderas poderosas, y abraza su culo con verdaderas<br />

ganas. Sus dedos recorren <strong>la</strong> humedad de su hendidura entre <strong>la</strong>s nalgas, y empieza a sobar aquel<br />

conejo inmenso y salvaje.<br />

bien.<br />

-Túmbate –le dice-, y abre bien <strong>la</strong>s piernas. Tienes un coño apoteósico. Déjame verlo<br />

El<strong>la</strong>, Lu (“mi” negra se l<strong>la</strong>ma Lu), se tiende y abre sus muslos. El coño de Lu mide casi<br />

un palmo. Entre <strong>la</strong> mata rizosa se abre una hendidura que parece en carne viva, f<strong>la</strong>nqueada por<br />

dos <strong>la</strong>bios gigantescos, como aletas, que cuelgan de los <strong>la</strong>dos. El clítoris se encrespa como un ojo<br />

ciclópeo. La mata de pelo continúa hacia atrás, perdiéndose en <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s de su culo. El tipo le<br />

hace darse <strong>la</strong> vuelta y ve cómo ese pelo cubre el ano, que en medio de él, bril<strong>la</strong> húmedo como<br />

una moneda de cobre. Unta un dedo en saliva y se lo mete por el culo. El<strong>la</strong> se retuerce.<br />

Supongo que sigues reconociendo ciertas emociones.<br />

-¿Tomas por el culo? –le dice el tipo.<br />

-No me gusta mucho. Si te gusta a ti, vale.<br />

-No, no me vuelve loco. Me divierte a veces.<br />

-¿Qué te gusta? –le pregunta.<br />

-Ah, todo. No tengo manías. –(En eso el tipo es como yo.)<br />

Lu agarra su pol<strong>la</strong> con sus manos y empieza a masturbarlo. Al mismo tiempo con <strong>la</strong><br />

punta de <strong>la</strong> lengua le acaricia <strong>la</strong> cabeza rosada.<br />

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