Salud Mental
co031102015-salud_mental_tomoi
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Todo programa preventivo que se dirija a la temprana infancia<br />
debería involucrar indicadores de salud mental infantil.<br />
Resulta preocupante que la percepción de los cuidadores de<br />
niños y niñas en estas edades atribuya a sus hijos a menores<br />
bajo su cuidado un trastorno mental de aparición temprana.<br />
Esto indica que pueden tener la capacidad de describir los<br />
comportamientos de sus hijos y, por ende, ser detectados a<br />
tiempo. Indicadores de salud mental infantil deben estar presentes<br />
en los controles de crecimiento y desarrollo desde la<br />
infancia y deberían tener la misma relevancia que los de nutrición,<br />
vacunación, etc.<br />
Incluir en los programas de seguimiento de desarrollo algunos<br />
signos tempranos de las patologías encontradas como<br />
más frecuentes: problemas de aprendizaje, síntomas de comportamiento,<br />
problemas con el rendimiento escolar, apego,<br />
interacciones sociales y de desarrollo.<br />
Se deben diseñar políticas de intervención temprana que<br />
involucren transversalmente tanto al sector salud como al<br />
educativo. Estas políticas deberían obligar a que todo menor<br />
que presente síntomas conducentes al desarrollo de un trastorno<br />
mental sea considerado de manera especial respecto<br />
al acceso a tratamientos y estrategias de prevención primaria<br />
y secundaria que puedan ser aplicadas en su medio escolar<br />
y no limiten su desarrollo educativo.<br />
Especial atención se deberá considerar en general a las<br />
niñas, quienes al parecer en esta muestra presentan con más<br />
frecuencia trastornos mentales. Una perspectiva de género<br />
sería recomendable en la formulación de toda política pública<br />
en infancia cuando se consideren temas de salud mental.<br />
El trastorno mental más prevalente en esta muestra parece<br />
ser el trastorno por déficit atencional en cualquiera de<br />
sus tres subtipos. Es posible que dicho estimativo sea aún inferior<br />
a la realidad, dado que se basa en cuidadores de hogares<br />
y no de aula escolar, donde es más posible detectarlo. Por<br />
esta razón, es recomendable considerar este trastorno dentro<br />
de las enfermedades prevalentes de la infancia y, además, incluir<br />
estrategias terapéuticas en los planes obligatorios de salud<br />
desde la temprana infancia.<br />
Se debe garantizar el cumplimiento de los derechos de<br />
los niños y las niñas con trastornos mentales y establecer estrategias<br />
protectoras en contra de la discriminación, la exclusión,<br />
el maltrato y la negligencia. Especial atención se deberá<br />
proveer al derecho y el acceso al sistema educativo. Basados<br />
en el principio de la prevalencia de derechos del menor, es<br />
necesario propiciar un sistema especial de notificación y sistematización<br />
de menores con diagnósticos de trastornos<br />
mentales que promuevan una política de inclusión al sistema<br />
educativo y garanticen la cobertura de los servicios de salud.<br />
También es preciso limitar las barreras de acceso a los servicios<br />
de salud, pero también garantizar su cobertura son<br />
prioridades a considerar basados en los resultados del presente<br />
estudio. Los principales trastornos de los niños y las niñas<br />
deben ser atendidos de manera coordinada e integral.<br />
Protocolos y guías de manejo, amparadas u vigiladas por los<br />
organismos de control pueden garantizar el acceso a tratamientos<br />
oportunos y eficaces basados en evidencia.<br />
4.10.2. Recomendaciones para la<br />
población adolescente<br />
Respecto a las conductas suicidas, un 37,6 % de los adolescentes<br />
con ideación suicida ha realizado intento de suicidio,<br />
lo que indica la importancia de que los equipos de salud identifiquen<br />
y realicen el seguimiento de este grupo de población<br />
desde que se detecta la idea. La frecuencia de ideación e intento<br />
de suicido es comparable en ambos géneros, por lo que<br />
las intervenciones dirigidas a la prevención deben dirigirse<br />
por igual a hombres y mujeres.<br />
Dado que poco más de un tercio de los adolescentes que<br />
presentan, por lo menos, una enfermedad crónica presentan<br />
trastorno mental se hace necesario que se busque activamente<br />
esta comorbilidad en la consulta. Es importante promover<br />
el conocimiento de los profesionales de la salud acerca de la<br />
asociación de trastornos médicos no psiquiátricos, también<br />
llamados orgánicos, y los trastornos mentales. Se hace necesario<br />
implementar programas que mejoren la detección temprana<br />
de esta comorbilidad con el fin de prevenir la falta de<br />
adherencia a tratamientos médicos, así como las dificultades<br />
en el tratamiento que resultan de esta asociación.<br />
Es necesario diseñar políticas de intervención temprana<br />
que de manera trasversal involucren tanto al sector salud<br />
como al educativo. Estas políticas deberían encauzar a la población<br />
adolescente que presente síntomas conducentes al<br />
desarrollo de un trastorno mental a que sea considerada de<br />
manera especial respecto al acceso a tratamientos y estrategias<br />
de prevención primaria y secundaria.<br />
Es preciso un mayor entrenamiento de los profesionales<br />
de salud en el manejo de problemas y trastornos propios de<br />
la adolescencia que permitan favorecer su inclusión al sistema<br />
de salud. Así mismo, se requiere pensar en ajustes que<br />
permitan a la población adolescente acceder al sistema de<br />
capítulo 5. resultados<br />
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