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Catálogo - FCAT

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Sin embargo, al margen de este cine propagandístico surgieron algunas producciones<br />

atípicas como ¡Argel insólito! (1971), de Mohamed Zinet, un retrato de la<br />

ciudad de Argel. Omar Gatlato (1975) rompe también con la temática monolítica<br />

al escenificar los problemas de la juventud argelina a través de un personaje real,<br />

un joven de un barrio popular, humano, con sentimientos, esperanzas, preocupaciones<br />

y, sobre todo, con subjetividad. El entusiasmo que suscitó la película demuestra<br />

hasta qué punto los dirigentes se habían alejado de la auténtica sociedad,<br />

y que los directores, acostumbrados a trabajar en un sistema cinematográfico<br />

estatal, habían perdido la costumbre de mirar al pueblo. Sin embargo, el éxito del<br />

film animó al gobierno a mostrar cierta tolerancia con las obras de factura más<br />

personal y menos conformista. Comenzaron a aparecer algunas películas de un<br />

estilo nuevo, más cercanas a la realidad diaria de los argelinos y capaces de desvelar<br />

las contradicciones del país.<br />

Estas películas son el producto de una generación homogénea de cineastas argelinos<br />

que estudiaron en el extranjero en los años sesenta y que vivieron la edad de<br />

oro del cine con la Nouvelle Vague, Antonioni, Fellini, Janscó, Pasolini, etcétera.<br />

De vuelta a la tierra natal, estos cineastas estaban firmemente decididos a trabajar<br />

con libertad de expresión absoluta, hecho facilitado además por el fin del<br />

monopolio del Estado en 1984. Brahim Tsaki es probablemente el más original de<br />

ellos. Los hijos del viento (1981) es un tríptico que retrata, sin palabras y con gran<br />

poesía, la soledad y el desconcierto de la infancia en Argelia, ofreciendo en cierto<br />

modo un retrato metafórico de Argelia veinte años después de la Independencia.<br />

La liberalización de la economía y la evolución hacia un régimen democrático después<br />

de la muerte de Bumedien, permitió que el sector cinematográfico tuviera<br />

un arranque excelente a principios de los años noventa. Sin embargo, la subida<br />

del fundamentalismo islamista que acompañó a la democratización, desestabilizo<br />

rápidamente la situación: esta “segunda guerra” argelina, en la que hubo más de<br />

doscientos muertos, dio paso a un vacío de imágenes. Argelia, a la que las cámaras<br />

no tuvieron acceso durante tiempo, se transformó en un decorado sumido en<br />

las sombras. El cine no le dio forma visible, sensorial, a esta tragedia, como si<br />

el terror exigiera el silencio. El cine se enfrentaba entonces a un doble peligro:<br />

las amenazas, intimidaciones e intentos de asesinato por parte de los islamistas,<br />

y la prohibición de exhibir películas que no gustaran al Estado. Dentro de este<br />

contexto, tan solo un puñado de películas argelinas intentó posar la mirada en la<br />

“guerra invisible”.<br />

En Youcef o la leyenda del séptimo durmiente (1993), Mohamed Chouikh propone<br />

un juego de amnesia mediante el enfrentamiento de un luchador de la Independencia<br />

lleno de ilusiones contra la realidad argelina posindependencia, donde<br />

nada ha cambiado, hundida en el dolor, la pobreza y la violencia. Youcef encarna<br />

el desfase entre el poder y el círculo infernal del tiempo, la Historia dormida. El<br />

poeta Tahar Djaout fue asesinado durante el rodaje por haber creado un periódico<br />

independiente. “Si hablas, mueres; si te callas, mueres. Siendo así, habla y muere”.<br />

Puede que estas palabras animaran a Merzak Allouache a rodar Bab el Oued City<br />

166 | Retrospectivas / Retrospectives / Rétrospectives

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