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El doncel de don Enrique el Doliente - Djelibeibi

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<strong>El</strong> <strong><strong>don</strong>c<strong>el</strong></strong> ... – 165 – Capítulo XVII<br />

su primer escu<strong>de</strong>ro y <strong>de</strong>trás al juglar, y ro<strong>de</strong>ábanle varios<br />

caballeros en cuyos pechos lucían las cruces <strong>de</strong> Calatrava,<br />

en lo cual echará <strong>de</strong> ver <strong>el</strong> lector que no se había <strong>de</strong>scuidado<br />

aqu<strong>el</strong>la mañana en atraérs<strong>el</strong>os con merce<strong>de</strong>s y distinciones<br />

para tenerlos favorables a sus miras. Vestía luto, pero su<br />

semblante más anunciaba alegría que dolor, por más que<br />

procuraba él disimularla.<br />

—Chanciller —dijo <strong>don</strong> <strong>Enrique</strong> cuando se hubo sentado y<br />

saludado en <strong>de</strong>rredor a sus cortesanos—, ¿qué letras tenéis?<br />

—Acábanse, señor, <strong>de</strong> recibir éstas.<br />

—¡Ah! <strong>de</strong> Otor<strong>de</strong>sillas, <strong>de</strong> mi esposa. Díceme doña Catalina<br />

que está próxima a su alumbramiento. ¿Paréceos, Abenzarsal,<br />

que tendrá Castilla que jurar un príncipe <strong>de</strong> Asturias<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber jurado solemnemente a la infanta doña<br />

María, mi muy amada hija?<br />

—Pudiera ser, señor. ¿Qué mal habría en eso?<br />

—Haced, con<strong>de</strong>stable, que se dispongan tiros, y avisad<br />

a los pueblos <strong>de</strong> aquí a Otor<strong>de</strong>sillas que se hagan gran<strong>de</strong>s<br />

fogatas y ahumadas en las eminencias luego que las vean<br />

hacer en <strong>el</strong> pueblo inmediato, empezando Otor<strong>de</strong>sillas mismo<br />

en cuanto Su Alteza dé a luz un príncipe. De esa suerte<br />

sabremos ese fausto acontecimiento pocas horas <strong>de</strong>spués;<br />

dispondréis que no falten atalayas. ¿Hay más?<br />

—Señor, <strong>de</strong>sea besar los pies <strong>de</strong> tu alteza <strong>el</strong> sublime Mahomat<br />

Alcagí, embajador <strong>de</strong>l llamado gran Tamorlán.<br />

—Que entre —dijo Su Alteza, y los cortesanos todos volvieron<br />

las cabezas con ansiosa curiosidad hacia la puerta,<br />

como quien iba a ver una cosa que no todos los días se veía.<br />

Entró, efectivamente, <strong>el</strong> tártaro con áspero continente<br />

al aviso <strong>de</strong> un paje <strong>de</strong> antecámara. Acompañábanle al lado<br />

Payo Gómez <strong>de</strong> Sotomayor y Hernán Sánchez <strong>de</strong> Pazu<strong>el</strong>os,<br />

embajadores <strong>de</strong>l rey <strong>de</strong> Castilla al Tamorlán, que habían

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