08.05.2013 Views

El doncel de don Enrique el Doliente - Djelibeibi

El doncel de don Enrique el Doliente - Djelibeibi

El doncel de don Enrique el Doliente - Djelibeibi

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

<strong>El</strong> <strong><strong>don</strong>c<strong>el</strong></strong> ... – 321 – Capítulo XXXII<br />

—No había querido <strong>el</strong> moro que Z<strong>el</strong>indaja muriese como<br />

las <strong>de</strong>más a po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>sprecios; había <strong>de</strong>cidido, por <strong>el</strong><br />

contrario, que Z<strong>el</strong>indaja viviese más que todas, y que a su<br />

muerte, la cual él no podía evitar que sucediese algún día,<br />

quedase a lo menos su sombra recorriendo perpetuamente<br />

los claustros y galerías <strong>de</strong>l castillo, pidiendo a las piedras la<br />

f<strong>el</strong>icidad que tanta falta le había hecho en vida, y a los ecos<br />

su esposo, como llamaba en su <strong>de</strong>lirio al rencoroso moro.<br />

De aquí la tradición misteriosa <strong>de</strong> que se oía en <strong>el</strong> castillo,<br />

sobre todo en las crudas noches <strong>de</strong> invierno, o en épocas <strong>de</strong><br />

tormentas, una voz <strong>de</strong> mujer que pedía a los <strong>el</strong>ementos todos<br />

su esposo, y no faltaba quien añadía haber visto con sus<br />

propios ojos, que habían <strong>de</strong> comer la tierra por más señas,<br />

una sombra blanca, recorriendo, toda pálida y <strong>de</strong>sm<strong>el</strong>enada,<br />

con una antorcha en la mano, las altas bóvedas, como quien<br />

busca efectivamente alguna cosa que no encuentra.<br />

Excusado es, pues, <strong>de</strong>cir que no tendría <strong>el</strong> castillo muchos<br />

aficionados, porque era común opinión que <strong>el</strong> que llegaba a<br />

poner <strong>el</strong> pie en él, hallándose enamorado, ya nunca había<br />

<strong>de</strong> oír más consu<strong>el</strong>o ni esperanza amorosa que aqu<strong>el</strong> fatal es<br />

tar<strong>de</strong>, que a la fundación y suerte <strong>de</strong>l castillo presidía.<br />

Era igualmente aborrecido <strong>el</strong> moro y mal<strong>de</strong>cidos su nombre<br />

y su memoria en la comarca, porque no había amante<br />

<strong>de</strong>sairado que no creyese <strong>de</strong>berle aqu<strong>el</strong> singular favor a la<br />

influencia que ejercía todavía en muchas leguas a la re<strong>don</strong>da<br />

aun <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su muerte. No había padre que no creyese<br />

<strong>de</strong>berle la pali<strong>de</strong>z <strong>de</strong> su hija, esposo que no imaginase obra<br />

suya <strong>el</strong> <strong>de</strong>spego <strong>de</strong> su esposa, y zagal enamorado que no le<br />

pidiese más <strong>de</strong> una vez, en sus secretas oraciones, la revocación<br />

<strong>de</strong> la terrible suerte que había <strong>de</strong>jado en herencia al<br />

país en que había vivido.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!