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El doncel de don Enrique el Doliente - Djelibeibi

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<strong>El</strong> <strong><strong>don</strong>c<strong>el</strong></strong> ... – 264 – Capítulo XXVI<br />

<strong>El</strong>vira, cuánto me cuestas! ¿Necesitáis mi cuerpo, mi sangre?<br />

He aquí, herid y consultad mis venas... ¿Necesitáis mi alma?<br />

¡Maldición, maldición! Haced que me adore, Abenzarsal, y<br />

tomadla bien. ¡Que me ame! ¡Que me adore, y todo lo <strong>de</strong>más<br />

<strong>de</strong>spués!<br />

—Mo<strong>de</strong>raos, joven arrebatado. ¿Qué motivos tenéis para<br />

tanta <strong>de</strong>sesperación? ¿No ar<strong>de</strong> siquiera en vuestro corazón<br />

una chispa <strong>de</strong> esperanza?<br />

—¿Y cuándo muere la esperanza en <strong>el</strong> corazón <strong>de</strong>l hombre?<br />

Yo la he visto mil veces; sus ojos me miraban y se <strong>de</strong>tenían<br />

sobre los míos, como se <strong>de</strong>tienen los <strong>de</strong> una amante sobre los<br />

<strong>de</strong> su querido. Cuando se encuentran nuestros ojos no hay<br />

fuerza que los <strong>de</strong>svíe. Nuestras almas se cruzan por <strong>el</strong>los,<br />

se hablan, se entien<strong>de</strong>n, se refun<strong>de</strong>n una en otra. Pero ¡ah!,<br />

Abenzarsal, que huyen a veces, y su rostro airado...<br />

—¿Airado habéis dicho? ¿Y qué más fortuna pedís? Cuando<br />

huyen sus ojos <strong>de</strong> los vuestros, entonces es cuando más os<br />

ama; entonces, <strong><strong>don</strong>c<strong>el</strong></strong>, os teme.<br />

—¿Qué <strong>de</strong>cís?<br />

—No huye la indiferencia, ni se enoja. ¿Y nunca la habéis<br />

hablado?<br />

—¡Ah! por mi <strong>de</strong>sgracia una vez...<br />

—¡Por vuestra <strong>de</strong>sgracia! ¿Le dijisteis...?<br />

—Menos <strong>de</strong> lo que siento, pero le dije...<br />

—¿Y respondió?<br />

—Mas ¡cómo respondió!<br />

—¿Os respondió que no, que la ofendíais... que huyeseis...<br />

que...?<br />

—¡Abenzarsal!<br />

—¿De qué, pues, os quejáis? ¿Queríais, mozo inexperto y<br />

precipitado, que una mujer virtuosa, una mujer que <strong>de</strong>be a<br />

su esposo?...

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