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El doncel de don Enrique el Doliente - Djelibeibi

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<strong>El</strong> <strong><strong>don</strong>c<strong>el</strong></strong> ... – 220 – Capítulo XXII<br />

—Locos, sí, locos; pero hombres, en fin, que cuerdos o locos<br />

no tienen más que una vida, y ésa la per<strong>de</strong>rán si les <strong>de</strong>jamos.<br />

—¿Y bien? ¿Serán los primeros que hayan muerto víctimas<br />

<strong>de</strong> su necedad? ¿Soy yo, por ventura, quien les ha<br />

persuadido <strong>de</strong> que vale tanto una hermosura pasajera como<br />

la vida <strong>de</strong>l hombre? Si no han aprendido a conocer a la mujer,<br />

¿será nuestra la culpa <strong>de</strong> su muerte? ¡Insensatos! Los que<br />

consienten en morir por un ser pérfido no merecen que dé nadie<br />

dos pasos para salvarles la vida. ¿Serán por ventura más<br />

f<strong>el</strong>ices cuando la conserven para vivir esclavos y fascinados<br />

por <strong>el</strong> loco capricho <strong>de</strong> un sexo envenenador, para creer gozar<br />

en una falsa sonrisa, para llorar lágrimas <strong>de</strong> sangre ante un<br />

injusto <strong>de</strong>sdén? Su muerte será acaso su f<strong>el</strong>icidad.<br />

—¡Sofisma, Abenzarsal, bárbaro sofisma!<br />

—Es <strong>de</strong>cir, pues —replicó <strong>el</strong> viejo, batido en sus últimos<br />

atrincheramientos—, es <strong>de</strong>cir...<br />

—Es <strong>de</strong>cir, viejo insaciable, que no consiento réplicas.<br />

¿Cuánto oro necesitas para ce<strong>de</strong>r? ¿En cuánto aprecias la<br />

vida <strong>de</strong> dos hombres?<br />

—Si por eso lo <strong>de</strong>cís, en nada. De bal<strong>de</strong> les salvaré.<br />

—Tomad, sin embargo —repuso Villena arrojándole otro<br />

bolsón parecido al que poco antes le había dado—, tomad<br />

y acallad con oro vuestra conciencia, si es que os remuer<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> obrar bien alguna vez. Vamos <strong>de</strong> aquí, ¡Quiera <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o<br />

oír mis votos! Aseguraremos sus vidas, y no nos faltarán<br />

medios <strong>de</strong>spués para <strong>de</strong>shacernos <strong>de</strong> <strong>el</strong>los <strong>de</strong> un modo menos<br />

culpable.<br />

Al <strong>de</strong>cir esto asió <strong>de</strong>l brazo al astrólogo, que obe<strong>de</strong>ció <strong>de</strong><br />

mala gana a la violencia que se le hacía.<br />

—¡He aquí <strong>el</strong> hombre! —salió diciendo entre dientes <strong>de</strong>trás<br />

<strong>de</strong> Villena, que a pasos precipitados se lanzó fuera <strong>de</strong>l<br />

aposento—. Inventa recursos, Abenzarsal —añadió hablando

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