08.05.2013 Views

El doncel de don Enrique el Doliente - Djelibeibi

El doncel de don Enrique el Doliente - Djelibeibi

El doncel de don Enrique el Doliente - Djelibeibi

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

<strong>El</strong> <strong><strong>don</strong>c<strong>el</strong></strong> ... – 195 – Capítulo XIX<br />

virtu<strong>de</strong>s bastan apenas a merecer, ¿a quién? A un hombre<br />

cuyo penacho no sirvió nunca <strong>de</strong> guía a los valientes en una<br />

batalla, a un hombre que nunca dio <strong>el</strong> primero ni oyó resonar<br />

en tomo suyo <strong>el</strong> grito <strong>de</strong> ¡Santiago y cierra España!; a un<br />

hombre que ha trocado la lanza por la pluma, cuyo campo <strong>de</strong><br />

batalla es una mesa cubierta <strong>de</strong> inútiles pergaminos, que no<br />

ha vencido nunca sino las necias dificulta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> lo que llama<br />

él rimas; a un hombre, caballeros, <strong>de</strong> quien con fundada<br />

razón se dice que tiene int<strong>el</strong>igencia con los espíritus y que...<br />

—¡Qué horror!<br />

—Oídlo, sí, con escándalo, nobles compañeros. Ése es <strong>el</strong><br />

hombre que nos <strong>de</strong>stinan por maestre; un afeminado cortesano,<br />

un intrigante ambicioso, un rimador, un nigromante<br />

en fin...<br />

—¡Fuera, fuera! —gritaron a una los caballeros, cuyos<br />

ánimos iba templando ya <strong>el</strong> calor comunicativo y la natural<br />

<strong>el</strong>ocuencia <strong>de</strong> la pasión que dominaba en <strong>el</strong> comendador.<br />

—¿Lo sufriremos? —continuó <strong>don</strong> Luis, como una piedra<br />

que caída <strong>de</strong> una altura <strong>de</strong>smesurada sigue rodando largo<br />

espacio <strong>de</strong>spués, <strong>de</strong> llegada al llano—. ¿Lo sufriremos? Yo por<br />

mí, nobles caballeros, juro a Santiago <strong>de</strong> no dormir <strong>de</strong>snudo<br />

y <strong>de</strong> no comer pan a la mesa mientras que vea la Or<strong>de</strong>n a su<br />

cabeza al... al... ¿para qué callarlo, en fin? Al asesino <strong>de</strong> su<br />

esposa.<br />

No necesitaban ni tanto ya los caballeros; reunidos en casa<br />

<strong>de</strong>l comendador para acabar <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r la poca sangre fría<br />

que les quedaba. La última frase <strong>de</strong>l orador produjo <strong>el</strong> efecto<br />

<strong>de</strong> una chispa lanzada en medio <strong>de</strong> un montón <strong>de</strong> estopa seca.<br />

Veíase lucir en todos los semblantes la misma animación que<br />

en <strong>el</strong> <strong>de</strong> Guzmán; todos provocaban y excitaban mutuamente<br />

su cólera con la r<strong>el</strong>ación <strong>de</strong> las ofensas que en aqu<strong>el</strong> momento

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!