08.05.2013 Views

El doncel de don Enrique el Doliente - Djelibeibi

El doncel de don Enrique el Doliente - Djelibeibi

El doncel de don Enrique el Doliente - Djelibeibi

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

<strong>El</strong> <strong><strong>don</strong>c<strong>el</strong></strong> ... – 86 – Capítulo VII<br />

guían. Uno entre todos había avasallado ya su albedrío bajo<br />

esta personificación, y <strong>El</strong>vira, juguete <strong>de</strong> la Naturaleza, que<br />

pue<strong>de</strong> más que sus criaturas, no sabía <strong>el</strong>la misma que iba<br />

tomando sobre su corazón <strong>de</strong>masiado imperio un amor ilícito<br />

y p<strong>el</strong>igroso. Por <strong>de</strong>sgracia, su virtud misma era su mayor<br />

enemigo; la confianza en que estaba <strong>de</strong> que nunca podrían<br />

faltarle fuerzas para resistir, la hacía entregarse sin miedo,<br />

con criminal complacencia, a mil i<strong>de</strong>as vagas, que cada día<br />

iban ganado más terreno en su imaginación. Encontrábase,<br />

en fin, en aqu<strong>el</strong> estado en que se halla una mujer cuando<br />

sólo necesita una ocasión para conocer <strong>el</strong>la misma y dar a<br />

conocer acaso a su propio amante la ventaja que sobre <strong>el</strong>la ha<br />

adquirido. Como un incendio que ha crecido oculto e ignorado<br />

en la armazón <strong>de</strong> una casa vieja, que no ha menester más<br />

sino que <strong>de</strong>scubriéndose una pequeña parte <strong>de</strong> la techumbre<br />

que lo cubre, tenga entrada la más mínima porción <strong>de</strong> aire;<br />

entonces estalla <strong>de</strong> repente como un vasto infierno improvisado,<br />

se lanzan las llamas en las nubes, crujen las ma<strong>de</strong>ras<br />

y viene al su<strong>el</strong>o <strong>el</strong> edificio <strong>de</strong>splomado, sepultando en sus<br />

ruinas al incauto y <strong>de</strong>sprevenido propietario.<br />

No era, pues, la lectura <strong>de</strong> Amadís la que a la triste <strong>El</strong>vira<br />

mejor pudiera convenirle; pero era tanto más disculpable<br />

cuanto que en <strong>el</strong> siglo XIV no había muchos libros en que<br />

escoger, y pudiera darse cualquiera por contento con divertir<br />

las horas ociosas por medio <strong>de</strong>l primero que en las manos<br />

caía.<br />

Una tristeza vaga y sin causa positivamente <strong>de</strong>terminada<br />

era <strong>el</strong> síntoma predominante <strong>de</strong> la hermosa camarera <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong> Albornoz; y la soledad era <strong>el</strong> gran recurso <strong>de</strong> su imaginación.<br />

<strong>de</strong>seosa <strong>de</strong> empaparse sin reserva ni testigos en la<br />

contemplación <strong>de</strong> las seductoras ilusiones que se forjaba; esta<br />

disposición <strong>de</strong> ánimo no era, ciertamente, la más favorable

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!