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El doncel de don Enrique el Doliente - Djelibeibi

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<strong>El</strong> <strong><strong>don</strong>c<strong>el</strong></strong> ... – 172 – Capítulo XVII<br />

—Sólo sé que <strong>el</strong> crimen <strong>de</strong>be <strong>de</strong>nunciarse y <strong>de</strong>senmascararse<br />

al criminal.<br />

—¿Sabéis que si os faltan pruebas, o un caballero que<br />

sostenga vuestra acusación, seréis puesta en tormento y...?<br />

—¡En tormento! —dijo espantada la dama, volviendo a<br />

mirar en <strong>de</strong>rredor con inquietud—. ¡En tormento!<br />

—A tiempo estáis <strong>de</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ciros...<br />

—¡Des<strong>de</strong>cirme!... —exclamó la dama enlutada, clavando<br />

en <strong>don</strong> <strong>Enrique</strong> los ojos, que aparecían en medio <strong>de</strong> su antifaz<br />

como los r<strong>el</strong>ámpagos que rasgan la negra nube en medio <strong>de</strong><br />

una noche tempestuosa—. ¡Jamás!<br />

—En ese caso es forzosa la muerte <strong>de</strong>l <strong>de</strong>lincuente o la<br />

vuestra.<br />

—¡Nadie, nadie! —dijo entre dientes la <strong>de</strong>mandante mirando<br />

a las puertas, y escuchando con la mayor ansiedad—.<br />

¿No hay un caballero —exclamó entonces con <strong>de</strong>specho, volviéndose<br />

a los cortesanos todos—, no hay un cortesano siquiera<br />

<strong>de</strong>l po<strong>de</strong>roso rey <strong>de</strong> Castilla que sepa empuñar una<br />

lanza por la inocencia, que salga por una mujer?<br />

Leve y susurrante murmullo corrió por la asamblea a esta<br />

invitación <strong>de</strong>sesperada. Pero lucían en los pechos y en los<br />

brazos <strong>de</strong> los más jóvenes caballeros prendas <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong><br />

sus damas; un caballero que tenía la suya no podía adoptar<br />

otra. No era, a<strong>de</strong>más, seguro que la acusadora no hubiese<br />

perdido <strong>el</strong> juicio, cuando con tan poco apoyo y favor osaba<br />

habérs<strong>el</strong>as con <strong>el</strong> más po<strong>de</strong>roso señor <strong>de</strong> Castilla. ¿Quién la<br />

conocía? Nadie; ¿quién estaba seguro <strong>de</strong> no ser víctima <strong>de</strong>l<br />

rencor <strong>de</strong>l <strong>de</strong> Villena si tomaba la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> la advenediza?<br />

—¡Oh oprobio! ¡Oh mengua! ¡Oh caballeros! —exclamó<br />

sollozando la <strong>de</strong>sairada hermosa—. ¡He aquí la corte <strong>de</strong> <strong>don</strong>

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