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El doncel de don Enrique el Doliente - Djelibeibi

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<strong>El</strong> <strong><strong>don</strong>c<strong>el</strong></strong> ... – 255 – Capítulo XXV<br />

como para darle a enten<strong>de</strong>r que se gozaban mucho <strong>de</strong> tener<br />

admitido en su gremio caballero que tan completo prometía<br />

ser como <strong>el</strong> noble hidalgo.<br />

Alzóse entonces alegre estruendo <strong>de</strong> todos los instrumentos,<br />

proclamando al nuevo caballero. Entre los que <strong>de</strong>bían<br />

dar la paz al recién admitido, hallábase uno armado <strong>de</strong> pies<br />

a cabeza, que se había mantenido constantemente inmóvil<br />

al lado <strong>de</strong>l Evang<strong>el</strong>io y enfrente <strong>de</strong>l sitio <strong>de</strong>stinado a las<br />

damas principales <strong>de</strong> la corte. Ni <strong>el</strong> oficio divino ni la larga<br />

ceremonia, habían sido parte para sacarle <strong>de</strong> su asombrosa<br />

distracción. Parecía la estatua <strong>de</strong>l fundador <strong>de</strong> la capilla,<br />

como en aqu<strong>el</strong>los tiempos solían verse algunas en las más<br />

<strong>de</strong> las iglesias. Pero si se llegaba a presumir que era una<br />

persona y no una estatua para compren<strong>de</strong>r su perfecta inmovilidad<br />

y la fijación <strong>de</strong> sus ojos, era preciso creer que un<br />

maleficio particular ejercía sobre él una influencia funesta<br />

y le obligaba a mirar a aqu<strong>el</strong>la parte con la misma irresistible<br />

fuerza con que un instinto fatídico obligaba a la incauta<br />

mariposa a girar en torno <strong>de</strong> la vacilante llama que la ha<br />

<strong>de</strong> acabar, y con que una atracción física llama hacia la serpiente<br />

cascab<strong>el</strong> al mísero pajarillo, para hacerle víctima <strong>de</strong><br />

su irresistible voracidad. Causaba aqu<strong>el</strong> emb<strong>el</strong>eso una dama<br />

que no había podido menos <strong>de</strong> notarla y que en bal<strong>de</strong> había<br />

pensado ponerle término interponiendo su v<strong>el</strong>o entre las<br />

atrevidas miradas <strong>de</strong>l caballero y su aciaga hermosura. Esta<br />

medida había producido un efecto enteramente contrario al<br />

que esperaba. Si las miradas habían sido antes continuadas,<br />

pero naturales, tomaron <strong>de</strong>spués un carácter <strong>de</strong> investigación<br />

muy parecido al que tienen las <strong>de</strong> aqu<strong>el</strong> que trata <strong>de</strong><br />

leer durante <strong>el</strong> crepúsculo o a la opaca luz <strong>de</strong> la luna. Apenas<br />

quedaba concluido <strong>el</strong> acto, cuando <strong>de</strong>seosa la dama <strong>de</strong><br />

escon<strong>de</strong>rse a tan impru<strong>de</strong>ntes miradas, se había confundido

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