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El doncel de don Enrique el Doliente - Djelibeibi

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<strong>El</strong> <strong><strong>don</strong>c<strong>el</strong></strong> ... – 357 – Capítulo XXXV<br />

—¡Ah! —repuso <strong>el</strong> padre—. Dios nos per<strong>don</strong>e esos medios<br />

mundanos <strong>de</strong> <strong>de</strong>fensa. Aunque manet nobiscum Dominis,<br />

bueno es llevar a<strong>de</strong>más un amigo consigo. Es <strong>el</strong> perro <strong>de</strong>l<br />

convento; nuestro reverendo abad no quiso que en nuestros<br />

tiempos <strong>de</strong> salteadores, ni <strong>el</strong> padre Juan ni yo, padre Mo<strong>de</strong>sto,<br />

como me llaman, para servir a Dios y a vuesas merce<strong>de</strong>s,<br />

nos viniésemos sin ese corto auxilio siquiera para nuestra<br />

seguridad, si bien Deus vigilat.<br />

—¿Y <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> bueno, padre mío? —preguntó Ferrus con<br />

audaz curiosidad.<br />

—De Jaén, hijo —repuso con extrema serenidad <strong>el</strong> padre—;<br />

sí, hijo, <strong>de</strong> Jaén. Llevamos una comisión secreta, que<br />

bajo la fe <strong>de</strong> la obediencia no po<strong>de</strong>mos rev<strong>el</strong>ar, para <strong>el</strong> reverendo<br />

prior <strong>de</strong>l convento <strong>de</strong> Andújar <strong>de</strong> nuestra misma<br />

Or<strong>de</strong>n, que es corno veis <strong>de</strong> San Francisco, hijos míos; pensábamos<br />

haber caminado toda la noche y haber llegado allí<br />

antes <strong>de</strong> la mañana; empero Dios que nos ha enviado esta<br />

agua, y los achaques <strong>de</strong> mi compañero, nos han obligado a<br />

pedir hospedaje. Introibo, dijimos, ad altare.<br />

—Y bien dicho —habló por fin <strong>el</strong> camarero, que había<br />

estado hasta entonces observando al silencioso fraile—, muy<br />

bien dicho, aunque nosotros no lo entendamos. Pero lo dijo<br />

vuestra reverencia y basta: si les parece a sus reverencias,<br />

que vendrán cansados —prosiguió <strong>el</strong> cortesano camarero—,<br />

harémosles servir la refacción para que se retiren, señor<br />

Ferrus.<br />

—Amen —repuso <strong>el</strong> padre—, tanto más cuanto que mañana<br />

hemos <strong>de</strong> salir a la madrugada, si dais or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> que nos<br />

abran temprano en <strong>el</strong> castillo.<br />

—Daránse las ór<strong>de</strong>nes todas que fueren necesarias —repuso<br />

Ferrus, apartándose y hablando al oído al camarero—.<br />

Pero ved que las centin<strong>el</strong>as no se han r<strong>el</strong>evado aún.

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