08.05.2013 Views

El doncel de don Enrique el Doliente - Djelibeibi

El doncel de don Enrique el Doliente - Djelibeibi

El doncel de don Enrique el Doliente - Djelibeibi

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

<strong>El</strong> <strong><strong>don</strong>c<strong>el</strong></strong> ... – 233 – Capítulo XXIII<br />

dormido, con aqu<strong>el</strong> sueño que tan fácilmente se toma como<br />

se <strong>de</strong>ja en aqu<strong>el</strong>la f<strong>el</strong>iz edad <strong>de</strong> la vida que nuestro paje<br />

alcanzaba. Mucho tardó en llegar <strong>el</strong> momento tan <strong>de</strong>seado<br />

y temido, al mismo tiempo, <strong>de</strong> <strong>El</strong>vira; pero cuando, por fin,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> horas enteras <strong>de</strong> ansiosa expectativa, vio a su<br />

esposo, ¡cuán distinto le vio <strong>de</strong> lo que esperaba!<br />

Abrióse la puerta <strong>de</strong> la cámara, y lo primero que se ofreció<br />

a la vista <strong>de</strong> <strong>El</strong>vira fue Fernán, llevado en brazos <strong>de</strong> dos<br />

siervos <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Cangas y Tineo. Apenas creía a sus ojos;<br />

pero cuando no pudo rechazar por más tiempo la horrible<br />

realidad, arrojóse hacia él exhalando un ¡ay! que salía <strong>de</strong> lo<br />

más hondo <strong>de</strong> su corazón y que hizo abrir al herido los ojos<br />

lánguidamente, si bien volvieron a cerrarse casi en <strong>el</strong> mismo<br />

instante.<br />

—¡Vive, vive! —exclamó la <strong>de</strong>sdichada esposa reparando<br />

su movimiento, y llegando sus labios a los suyos para reanimar<br />

su amortiguada vida. Dirigió en seguida a los que<br />

le traían mil preguntas, que se sucedían tan rápidamente<br />

unas a otras, que apenas <strong>de</strong>jaban entre sí espacio para las<br />

respuestas.<br />

—¡Dios mío! ¡Dios mío! —exclamó medio informada ya <strong>de</strong><br />

lo ocurrido—. ¡Fernán Pérez! ¡Querido esposo! —estrechábale<br />

en sus brazos, regaba <strong>el</strong> pálido rostro <strong>de</strong> Vadillo con sus<br />

ardientes lágrimas, cogía una <strong>de</strong> las manos <strong>de</strong>l herido entre<br />

las suyas, acercaba éstas otra vez a su corazón por ver si<br />

palpitaba todavía... En una palabra, en aqu<strong>el</strong> momento Macías<br />

entero había <strong>de</strong>saparecido <strong>de</strong> su imaginación; su esposo,<br />

herido, bañado en su sangre, moribundo, acaso por su impru<strong>de</strong>ncia,<br />

la ocupaba toda. Toda lucha había <strong>de</strong>saparecido,<br />

y <strong>el</strong> más débil, <strong>el</strong> más necesitado, triunfaba entonces en su<br />

corazón <strong>de</strong> mujer.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!