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El doncel de don Enrique el Doliente - Djelibeibi

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<strong>El</strong> <strong><strong>don</strong>c<strong>el</strong></strong> ... – 314 – Capítulo XXXI<br />

amarás, y mi espada aún nos abrirá paso al través <strong>de</strong> los<br />

pérfidos asesinos.<br />

—No, no, Macías; no muera <strong>de</strong>shonrada —gritó <strong>El</strong>vira sin<br />

saber adón<strong>de</strong> refugiarse—. ¡Dios mío, compasión! ¡Dios mío!<br />

Salvaos solo, Macías.<br />

—Contigo, <strong>El</strong>vira.<br />

—Jamás —repuso <strong>El</strong>vira abrazándose a un alto crucifijo<br />

<strong>de</strong> plata que sobre una mesa lucía—. <strong>El</strong> ci<strong>el</strong>o maldice vuestro<br />

amor y... yo...<br />

—¡Silencio! Por última vez. Ved, señora, que algún día<br />

diréis es tar<strong>de</strong>, es tar<strong>de</strong>, y diréislo entonces con dolor. Ahora<br />

que es tiempo todavía...<br />

—No, Macías, no; yo le maldigo nuestro amor.<br />

—<strong>El</strong>vira, pues, adiós. Mi muerte es tuya, como fue mi<br />

vida.<br />

Al <strong>de</strong>cir estas palabras Macías cogió su espada, y poniéndola<br />

rápidamente sobre su rodilla, partióla en dos <strong>de</strong>siguales<br />

trozos, que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> abrir <strong>de</strong> par en par las ma<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> la<br />

ventana lanzó contra los que ya trepaban por la reja.<br />

—¡Hernán Pérez! —gritó—. ¡Hernán Pérez! Heme aquí<br />

sin <strong>de</strong>fensa. La muerte os pido, la muerte.<br />

—¡Macías! —exclamó <strong>El</strong>vira <strong>de</strong>sasiéndose <strong>de</strong>l crucifijo y<br />

arrojándose hacía la ventana. Era tar<strong>de</strong>, empero. Macías se<br />

había lanzado ya fuera <strong>de</strong> la reja.<br />

—¡Es nuestro! ¡Es nuestro! Retirarnos; ¡basta! —clamaron<br />

a un tiempo varías voces.<br />

—¡Ah! —gritó <strong>El</strong>vira con una expresión difícil <strong>de</strong> pintar—,<br />

¡Socorro! ¡Socorro!<br />

Al mismo tiempo sonó la llave en la puerta.<br />

—¡Él es, él es! —gritó <strong>El</strong>vira—. ¡Santo Dios! ¡Piedad <strong>de</strong><br />

mí, piedad!

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