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ENSAYISTAS COSTARRICENSES - Sinabi

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a arreglar el mundo con discursos y la patria con poemas? Bien, muy<br />

bien están estos veneros de vida espiritual una vez afianzada la soberanía<br />

política; pero, existiendo una labor de construcción práctica y material<br />

que llenar, faltándonos la cohesión constitucional y el instinto<br />

de resistencia, no debemos cifrar todos nuestros anhelos en la vida<br />

contemplativa. ¿De dónde, pues, nos viene todo ese acervo de literatura<br />

inmortal sino de la libertad? ¿La Grecia de Platón y de Esquilo, no tuvo<br />

por cuna el escudo de las Termópilas y el hacha de Salamina? ¿No fue<br />

necesario a Roma templarse en las jornadas de Oriente para adquirir un<br />

Cicerón y soportar a un Augusto para obtener un Virgilio? La grandeza<br />

moral de los hombres, como de las naciones, surge de su liberación<br />

política: sobre ella descansa lo mejor de la dignidad humana; la capacidad<br />

para la lucha es siempre un signo de la capacidad para el pensamiento.<br />

Hoy, cierto misticismo asegura que estas civilizaciones han<br />

sido bárbaras, no sin alguna razón; pero, ¿conoce el hombre otro camino<br />

en su desenvolvimiento que el de la lucha, sugerida por el instinto de<br />

crecimiento y de perfección? Cristo, que ha sido el Cordero del mundo,<br />

nos da la clave de la realización personal: "He venido al mundo para<br />

meter espada", dice; y él mismo, para encontrar la gloria absoluta, se<br />

entrega a la lucha más áspera y desigual de que haya memoria.<br />

No trato aquí de exclusiones, ni de conquistas por la espada, ni<br />

de incrementar odios. Soy de los que piensan que no tenemos nunca<br />

más enemigos que nosotros mismos y que en nuestras debilidades descansan<br />

los éxitos ajenos. Por eso he señalado al comienzo de este esquema<br />

los errores de nuestra naturaleza mental, las zonas negativas de nuestro<br />

espíritu y nuestros arraigados prejuicios. Por otra parte, sé y creo que<br />

poseemos recursos síquicos y materiales suficientes, acaso envidiables,<br />

para emprender aquella obra colosal que soñó el genio imponderable<br />

de Bolívar: la unidad de Hispanoamérica, y si no hablo de ellos es<br />

porque prefiero señalar los errores comunes que exaltar las virtudes<br />

generales: siempre es más interesante tratar aquí de lo que se olvida<br />

o se ignora que de lo que sabe y recuerda.<br />

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