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ENSAYISTAS COSTARRICENSES - Sinabi

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a quienes piensan que la mejor industria nacional sería transformarnos<br />

en un país de operetas para vendernos todos al turismo. Esto no es<br />

nuevo; desde años cada año oigo lo mismo. He visto muchos intentos<br />

para aclimatarnos al carnaval y después del fracaso las lamentaciones,<br />

doliéndose de que los ticos* no sepamos y no querramos divertirnos<br />

como en los buenos tiempos de París y de Venecia. Estos regaños son<br />

injustificados. Hace muchos años, tal vez más de cien, ya los franceses<br />

(y Francia es el país de donde vino toda la literatura romántica del<br />

carnaval) decían: "El carnaval ha muerto; rezad por él". Pero algunos<br />

ticos no quieren rezar sino resucitarlo y se empeñan en crearnos la costumbre<br />

cuando en Francia y en Italia (el país natal de los carnavales)<br />

la costumbre se extinguió y sus resabios son ridículos.<br />

Olvidan igualmente los que tanto echan de menos esos hábitos<br />

entre nosotros, que el verdadero sentido de los carnavales europeos, estuvo<br />

unido a la religión. Todas esas locuras provienen de las bacanales<br />

y de las saturnales de los paganos, locuras que pasaron luego a los<br />

cristianos, los cuales hacían sus carnavales desde el día de la Epifanía<br />

hasta la víspera del miércoles de ceniza. Parece que los españoles no<br />

fueron muy dados a copiar los carnavales al puro estilo francés o italiano<br />

y de ahí que el rey Momo no hubiese podido hacernos con facilidad<br />

súbditos suyos, mientras que conservarnos intacta nuestra hispanidad que<br />

era mucha por lo poco de indio y menos de negro que teníamos. Recuerdo<br />

perfectamente que antes, en mi infancia y aún en tiempos de<br />

muchacho, el costarricense era reacio para disfrazarse. Costaba. Ni los<br />

más humildes, ni aun los niños, se exponían al ridículo poniéndose siquiera<br />

esos sombreritos de cotillón que ahora abundan en las calles de San<br />

José y no faltan en las fiestas plebeyas y también elegantes. Teníamos<br />

un sentido racial de la dignidad muy castellano. Los extranjeros nos<br />

encontraban "profundamente quietos". San José era una ciudad de per-<br />

286<br />

Tico. adj. y sust. Natural de Costa Rica, por ser éste muy aficionado al uso de los<br />

diminutivos con este sufijo: poquitito, tantico, mamitica, chiquitico, etc.

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