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BIOETICA Y PSIQUIATRIA

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BIOÉTICA Y PSIQUIATRÍA. LOURDES MENDIBURU.<br />

- Ideología: muy relacionado con los valores, está la propia “filosofía de vida” de cada<br />

uno, el bagaje cultural o intelectual más o menos elaborado con el que enjuiciamos las<br />

conductas y las orientamos hacia la consecución de fines o proyectos personales o colectivos.<br />

En general, al psicoterapeuta le resulta menos difícil establecer la línea de corte entre su<br />

ideología y la de su paciente, y permanecer atento a la no contaminación, que resulta, salvo en<br />

casos flagrantes de secuestro ideológico (incompatible con una buena praxis), fácilmente<br />

evitable.<br />

Aquí cabe hablar de un tema muy problemático: cuando la psicoterapia pretende<br />

ponerse al servicio de movimientos y organizaciones religiosas, políticas o sociales de signo<br />

más o menos progresista o conservador. Cuando este objetivo ideológico sustituye al objetivo<br />

terapéutico (que necesariamente se orienta desde la indicación al mejor beneficio del paciente,<br />

haciéndole protagonista de su proceso) se da una forma sutil de adoctrinamiento, so capa de<br />

liberación o “salvación” de clases, géneros o individuos, utilizando la psicoterapia como<br />

encuadre privilegiado para captar a personas sencillas –y si son selectas, mejor- para “la<br />

causa”. Esta realidad trasgrede todos los principios éticos que venimos enunciando: resulta<br />

malefíciente porque no actúa basándose en lo indicado ni deposita su eje en el mejor beneficio<br />

del sujeto, contraviene sus derechos básicos de autogobierno y resulta injusto porque priva al<br />

sujeto de alternativas disponibles, discriminándole negativamente para beneficio egoísta de<br />

terceros.<br />

Nos podemos plantear otro tipo de cuestiones: ¿tenemos una forma común mínima de<br />

entender la beneficencia al paciente en psicoterapia, una visión ética e ideológica de lo que<br />

puede ser bueno para él de forma genérica?. Se trataría de preguntarnos, cuál es el objetivo<br />

último de nuestra intervención, que, en muchos casos, viene predeterminada por el modelo o<br />

la escuela de referencia; así, : lo “bueno” a conseguir en el tratamiento psicoterapéutico;<br />

¿sería el incremento de la autonomía personal, la adaptación social, la satisfacción personal, el<br />

control de la conducta, la eliminación del sufrimiento, o la iluminación interior?. Parece<br />

imponerse la reflexión de qué se ofrece al paciente y con qué criterios el paciente entra en el<br />

proceso. Difícilmente podremos fomentar su libertad interna si en esa opción nosotros<br />

imponemos el marco ideológico.<br />

- Poder: En la relación psicoterapéutica suele acabar entrando en juego el “yo” mismo<br />

del paciente, que cree, confía y se abandona en manos de su terapeuta, no sólo en cuestiones<br />

teóricas, sino en situaciones prácticas y en toma de decisiones que tendrán consecuencias a<br />

corto o largo plazo. Ya la misma estructura de la demanda suele venir acompañada de una<br />

profunda necesidad de escucha o de apoyo que impulsa a adoptar al paciente una actitud de<br />

delegación implícita de responsabilidades o de dejación de poder (“dígame qué es lo que<br />

tengo que hacer”). Si a esta actitud de “miedo a la libertad” del paciente se une la tendencia de<br />

los profesionales de la salud a la dominancia en la relación o al narcisismo personal se<br />

presentarán las clásicas situaciones en que la relación terapéutica es gratificante para ambos y<br />

sustituye o compensa a otras relaciones más “comprometidas” del espacio extraterapéutico,<br />

dando lugar a situaciones triangulares que son ignoradas ingenuamente por los terapeutas.<br />

No nos referimos a encuadres de terapia con programas de modificación de conducta<br />

con objetivos claramente definidos de antemano, o a encuadres de orientación profesional o<br />

de counselling en ciertos ámbitos (escolar, o de mediación en conflictos conyugales, por<br />

ejemplo) sino que hablamos de encuadres de psicoterapia en los que el objetivo es lo<br />

suficientemente general o impreciso como para que todo tenga cabida de entrada.<br />

Está también la otra cara de la moneda de la beneficencia y del poder del terapeuta: la<br />

maleficencia o capacidad de abusar de su poder en su propio provecho; sería el caso de las<br />

relaciones personales paciente-terapeuta extra o post-tratamiento que se amplían a temas<br />

económicos-financieros o de intimidad sexual.<br />

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