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Polanyi,_Karl_-_La_gran_transformacion

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<strong>La</strong> evolución del modelo de mercado 113<br />

culos a la venta, no varía cualesquiera sean la época y el lugar.<br />

No es solamente en las sociedades primitivas donde las<br />

aglomeraciones de este tipo se han generalizado, sino que<br />

subsistieron casi sin cambios hasta la mitad del siglo XVIII en<br />

los países más avanzados de Europa occidental. Constituyen<br />

una característica de la vida local y difieren muy poco unas de<br />

otras: en poco se diferencian los mercados que responden a la<br />

vida tribal de África central, los de una cité de la Francia<br />

merovingia o el de un pueblo escocés de la época de Adam<br />

Smith. Lo que es verdad para los pueblos lo es también para la<br />

ciudad. Los mercados locales son esencialmente mercados de<br />

vecindad y, por mucha importancia que tengan para la vida<br />

de la comunidad, nada indica, en todo caso, que el sistema<br />

económico dominante se modele a partir de ellos. Estos<br />

mercados no han constituido el punto de partida del mercado<br />

interior o nacional.<br />

De hecho, el comercio interior ha sido creado en Europa<br />

occidental por la intervención del Estado. Hasta la época de<br />

la Revolución comercial, lo que podría parecernos comercio<br />

nacional no era sino municipal. <strong>La</strong> Hansa no pertenecía a los<br />

comerciantes alemanes; era una corporación de oligarcas del<br />

comercio que poseían puertos de enganche en una serie de<br />

ciudades del Mar del Norte y del Báltico. Lejos de<br />

«nacionalizar» la vida económica alemana, la Hansa separó<br />

deliberadamente al país del comercio. El comercio de Amberes<br />

o de Hamburgo, de Venecia o de Lyon no era de ningún modo<br />

holandés, alemán, italiano o francés. Londres tampoco<br />

constituía una excepción: su comercio era tan poco «inglés»<br />

como Lübeck «alemán». Un mapa comercial de la Europa de<br />

esta época, para ser exacto, únicamente tendría que mostrar<br />

ciudades y dejar el campo en blanco, pues éste, en lo que<br />

concierne al comercio organizado, era prácticamente como si<br />

no existiese. <strong>La</strong>s pretendidas naciones eran simplemente<br />

unidades políticas -y aún así muy laxas- formadas desde el<br />

punto de vista económico por innumerables familias<br />

autosuficientes de todos los tamaños y por modestos mercados<br />

locales situados en las aldeas. El comercio se limitaba a las<br />

comu-<br />

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