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Polanyi,_Karl_-_La_gran_transformacion

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Tensiones de ruptura 347<br />

tes y contra-corrientes existentes en condiciones específicas, no<br />

tendremos necesidad de preocuparnos por los remolinos<br />

periféricos e imprevisibles.<br />

El mercado autorregulador fue el mecanismo que proporcionó<br />

en el siglo XIX este tipo de condiciones cuyas exigencias<br />

debían cumplirse tanto en la vida nacional como en la<br />

internacional. De este mecanismo se han derivado dos<br />

características excepcionales de nuestra civilización: su rígido<br />

determinismo y su carácter económico. <strong>La</strong> creencia general de la<br />

época tuvo tendencia a ligar estas dos dimensiones y a suponer<br />

que el determinismo provenía de la naturaleza de los móviles<br />

económicos, en virtud de los cuales resultaba previsible que<br />

los individuos actuasen por intereses económicos. No existe<br />

de hecho ninguna relación entre estas dos características. El<br />

«determinismo», muy pronunciado en numerosos aspectos, fue<br />

simplemente la consecuencia del mecanismo de una sociedad<br />

de mercado, con sus alternativas previsibles cuya crudeza se<br />

atribuía equivocadamente al poder de los intereses materialistas.<br />

El sistema oferta-demanda-precio tenderá siempre<br />

a equilibrarse sean cuales sean los móviles de los individuos y<br />

es bien sabido que los móviles económicos puros tienen<br />

mucho menos efecto sobre la mayoría de la gente que los<br />

móviles llamados afectivos.<br />

<strong>La</strong> humanidad se encontraba bajo el dominio no tanto de<br />

móviles nuevos cuanto de mecanismos nuevos. En suma, la<br />

tensión surgió del ámbito del mercado y desde él se extendió a<br />

la esfera política para recubrir así a la sociedad en su conjunto.<br />

Pero, en el interior de las naciones, consideradas<br />

individualmente, la tensión permaneció latente durante el<br />

tiempo en el que la economía mundial continuó funcionando.<br />

Únicamente cuando desapareció el último vestigio vivo de esas<br />

instituciones, el patrón-oro, la tensión interna de las naciones<br />

se relajó. Estas podían hacer frente al fin a la nueva situación de<br />

un modo muy diferente, que suponía adaptarse a la desaparición<br />

de la economía mundial tradicional; cuando ésta se desintegró,<br />

la propia civilización de mercado se vio también sepultada.<br />

Esto explica un hecho casi increíble: una civilización<br />

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