LA HERMANDAD DE LA BUENA SUERTE - Wikiblues.net
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Comandante se limitó a murmurar, con un guiño de caricaturesca astucia: «Ya te dije<br />
que no he nacido ayer.» Esa precisión biográfica no me aclaró demasiado las cosas,<br />
pero lo que cuenta es que entramos sin dificultad.<br />
Cruzamos el patio hacia la mole callada del edificio. Quiero hacer constar que<br />
en ningún momento dejé de pensar que todo era una completa chifladura. Apenas<br />
sabíamos lo que buscábamos, y en absoluto dónde buscarlo o qué deberíamos hacer<br />
si lo encontrábamos. Pero el Comandante parecía tenerlo todo tenebrosamente claro.<br />
Se diría que se había pasado la vida entrando y saliendo clandestinamente de esa<br />
fábrica a altas horas de la noche, tal fue la prontitud con la que me condujo hasta un<br />
ángulo de la fachada. Allí se incrustaba en la parte más baja una especie de trampilla<br />
metálica provista de una agarradera y encima, pero al alcance de una persona ágil,<br />
una ventana relativamente angosta.<br />
-Atento, Profe, aquí debemos separarnos para ahorrar tiempo. Tú baja por ahí<br />
-me señaló la trampilla-, que, si el plano del edificio que tengo no me engaña, da a<br />
una especie de carbonera no muy grande y luego a un sótano que sirve de almacén y<br />
que acaba en unas escaleras que llevan a la planta superior. Te aconsejo que salgas,<br />
después de echar una ojeada, por el mismo sitio que vas a entrar. Por supuesto,<br />
considero poco probable que ahí encuentres nada, pero más vale estar seguros. Yo<br />
voy a colarme por esa ventana y me encargo de la planta principal.<br />
-Oye, que quede claro. -Intenté jugar al compañero sensato, a fondo perdido-.<br />
Sólo se trata de explorar un poco y de enterarnos de si hay gato encerrado. Nada de<br />
rescates heroicos ni de operaciones de comando. Si encontrásemos algo, lo que me<br />
extrañaría bastante, se lo contamos mañana al Príncipe y él sabrá qué debemos<br />
hacer.<br />
-Claro, claro, entendido. No hace falta que me trates como a un novato. -<br />
Parecía ofendido por mis reservas y miró con gesto brusco su reloj-. A ver, yo tengo<br />
las doce y cuarto. Para hacernos una idea, con media hora tenemos de sobra. De<br />
modo que a la una menos cuarto nos encontramos en el coche. Venga, hay que<br />
moverse rápido.<br />
Tiré de la manija de la trampilla, pero fui incapaz de moverla. Estaba<br />
firmemente encajada, atornillada quizá... Con un gruñido de fastidio, el Comandante<br />
me hizo a un lado, flexionó un poco las piernas y luego pegó un fuerte tirón. Tras un<br />
prolongado quejido de bisagras mal engrasadas, la trampilla se abrió como la puerta<br />
de un horno apagado. Un relente poco grato salió por la boca negrísima, una fetidez<br />
sosa y agria en la que se mezclaban el olor de la madera podrida y la peste remota a<br />
rata muerta. Soy de los que cuando tienen que hacer algo que no quieren hacer, lo<br />
hacen cuanto antes, sin pensarlo más. De modo que de inmediato entré por la<br />
trampa con los pies hacia delante, como quien se deja deslizar por un tobogán. A<br />
guisa de despedida y para desearme ánimo, el Comandante me asestó una varonil<br />
palmada en la espalda.<br />
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