01.03.2015 Views

LA HERMANDAD DE LA BUENA SUERTE - Wikiblues.net

LA HERMANDAD DE LA BUENA SUERTE - Wikiblues.net

LA HERMANDAD DE LA BUENA SUERTE - Wikiblues.net

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

podido ni ver. Son histéricos como viejas solteronas o agresivos y fanfarrones.<br />

Además, sacan lo peor de las personas que les hacen caso: los convierten en<br />

sargentos, ¡échate!, ¡busca!, ¡tráemelo!, ¡a por él!, o les dan ocasión de exhibir una<br />

ñoñería que ya no aguantan ni los niños más resignados, ¡cuchi-cuchi!, ¿para quién<br />

va a ser este bocadito?, ¡mira qué lacito tan lindo lleva mi chiquitín!, etcétera.<br />

-De acuerdo, les tienes manía. Pero ahora hablamos de miedo...<br />

-Por culpa de los perros pasé el momento de pánico mayor de toda mi vida.<br />

Porque espero no padecer otro igual...<br />

-Venga, cuéntame. ¡Aparta, mastuerzo! -Esto último se lo gritó a una especie<br />

de beduino sin camello que se interponía en medio de la carretera, haciendo<br />

moli<strong>net</strong>es con los brazos como si estuviera dirigiendo el aparcamiento de un avión.<br />

Y se lo conté, aunque bastante resumido. Ocurrió cuando yo tenía doce años,<br />

el último verano que mi padre pasó con nosotros. Luego se largó, con gran alivio de<br />

mi madre y desde luego mío. Teníamos un chalet en una urbanización ajardinada y<br />

allí nos hacíamos la vida imposible unos a otros. Por última vez, menos mal. Todas<br />

las casas de la vecindad tenían perro: los había grandes y pequeños, peludos y<br />

lampiños, feroces y otros simplemente escandalosos. En realidad, ruido hacían casi<br />

todos. Era imposible disfrutar un solo minuto del día o de la noche sin escuchar<br />

ladridos, cerca, lejos, respondiéndose unos a otros hasta enronquecer. A mí me<br />

ponían los nervios de punta. Mientras jugaba o leía tebeos, los oía sin cesar: gua,<br />

gua. Y también desde la cama, por la noche. No me los podía quitar de la cabeza. Mi<br />

padre se burlaba de mí, aseguraba que a los niños «normales» les gustaban los<br />

perros. Aprovechaba la ocasión para dirigirme insultos alambicados y pedantes de<br />

su cosecha: «Chaval, eres más tonto que Godofredo de Bouillon.» Se reía de mi cara<br />

de fastidio y extrañeza al oírlos, le hacía muchísima gracia, al muy cabrón.<br />

Yo salía a pasear todas las tardes en bicicleta por la urbanización, hasta la<br />

hora de cenar. Mi rodar iba acompañado de los estúpidos y rutinarios ladridos de los<br />

perros y eso me sugirió una idea perversa. Cuando pasaba por el cercado de un<br />

jardín con guardián canino especialmente celoso, introducía un palo por los barrotes<br />

metálicos o por el seto mientras pedaleaba con todas mis fuerzas, con la finalidad de<br />

que el ruido o el revoloteo de hojas le irritase aún más. Los obstinados chuchos se<br />

ponían realmente frenéticos. Corrían a todo lo largo de su cercado, ladrando y<br />

aullando como posesos, o se arrojaban contra setos y verjas con la boca llena de<br />

espuma, enseñándome los dientes que les hubiera encantado clavarme en la<br />

garganta. La impotencia de su odio era como un bálsamo que aliviaba el mío, no<br />

menos impotente, contra cierta persona. Día tras día, los perros aprendieron a<br />

conocerme: me esperaban, gruñían en cuanto escuchaban acercarse la bicicleta,<br />

ladraban furiosamente incluso antes de que empezara a hostigarlos con mi palo<br />

provocador. Me dio la impresión de que se prevenían unos a otros de mi cercanía<br />

con voces de alerta. Notaba el ardor de su furia como una oleada babeante y cruel<br />

que casi me hacía perder el equilibrio.<br />

97

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!