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LA HERMANDAD DE LA BUENA SUERTE - Wikiblues.net

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El entrenador Wallace rogó a la enfermera que levantase un poco el cabezal<br />

articulado de la cama.<br />

-¿Para qué? Estás más cómodo así y podrás dormir un poco.<br />

Wallace la miró de reojo y rezongó. La chica debía de tener casi cuarenta años<br />

menos que él y desde luego no eran novios: ¿por qué le tuteaba, entonces?<br />

-Es que quiero ver un rato la tele.<br />

-¿Y no estaremos mejor durmiendo? -Este tono maternal, ese plural absurdo,<br />

protector-. Ha dicho el doctor que tenemos que estar tranquilos, que no nos conviene<br />

excitarnos...<br />

a ella.<br />

Wallace alzó una mano, tensando el tubo del gota a gota que llevaba prendido<br />

-Por favor, señorita... -Le molestaba balar de un modo tan suplicante, tan<br />

desvalido, pero no quería correr riesgos-. Será sólo un ratito, hasta que traigan la<br />

merienda. Después de todo, ni siquiera he encendido todavía el aparato en los dos<br />

días que llevo aquí, compréndalo.<br />

Hasta zalamero tenía que ser: estaba en sus manos. La displicente joven le<br />

alzó el cabezal casi un palmo y luego cogió el mando a distancia para encender el<br />

televisor.<br />

-De acuerdo... ¿qué canal vamos a ver?<br />

-Si no le importa dejarme el mando, yo mismo lo buscaré. No estoy seguro... -<br />

mintió. Así, astuto, mejor que no sepa lo que quieres ver.<br />

-Muy bien, toma. Pero sólo hasta que llegue la merienda, ¿eh? Y después<br />

dormiremos un poco, como nos han mandado. Jesús, cuántos caprichos! Venga,<br />

hasta luego. Si necesitas hacer pipí, llama al timbre.<br />

Viéndola por fin salir del cuarto, Wallace se sintió absurdamente jubiloso, casi<br />

triunfante. Aferró el mando como si fuera un precioso trofeo y empezó a apretar un<br />

botón tras otro. El inevitable concurso de preguntas y respuestas imbéciles, un<br />

estruendoso grupo musical, un documental en que aparecían grandes leones<br />

soñolientos, otro concurso aún más estúpido, los dibujos animados y sus voces<br />

chillonas... ¡aquí estaba, por fin! La emoción fue tanta que el mando se le escapó de<br />

la mano temblorosa, resbaló por la sábana y cayó al suelo con un golpe ahogado. Ya<br />

daba igual, ahora estaba donde quería y no pensaba cambiar de canal.<br />

«-... que todos los aficionados al turf estaban esperando con impaciencia. ¡Por<br />

fin ha llegado el tan deseado momento de la Gran Copa! De modo que sin más<br />

dilación vamos a conectar con el hipódromo del Centro, para que desde allí nos<br />

informe nuestro enviado especial. ¡Buenas tardes, Federico!<br />

»-Hola, Iñaki, buenas tardes desde el hipódromo del Centro. Y un cordial<br />

saludo también a todos nuestros espectadores, que seguramente están ansiosos por<br />

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