LA HERMANDAD DE LA BUENA SUERTE - Wikiblues.net
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agachó sobre la papelera un instante para alzarse de inmediato con una pesca<br />
milagrosa.<br />
-Perdone, vamos a ver. Me parece que aquí está su cartera.<br />
El propietario no pareció tan contento como debiera al recuperarla, ni siquiera<br />
después de comprobar rápidamente que el dinero no había desaparecido.<br />
-De modo que éste es el jueguecito que se traen, ¿eh? Como les he descubierto,<br />
ahora me devuelven lo robado y creen que así van a irse de rositas. ¿Qué os parece,<br />
chicos?<br />
El primero de los enormes «chicos» demostró su escándalo ante tanta<br />
desvergüenza por medio de una especie de furioso rebuzno, mientras el otro<br />
oscilaba la cabeza a uno y otro lado como si no pudiera comprender semejante<br />
abismo de perversidad.<br />
-¡Vamos a ajustarles las cuentas!<br />
Conocedor por otros incidentes similares de que su utilidad en la pelea<br />
cuerpo a cuerpo era sumamente limitada, el Pinzas se replegó a un segundo frente<br />
situado detrás del lavabo. Mientras, el Doctor paró el manotazo de uno de los chicos<br />
antes de que llegara a rozarle y mantuvo el brazo del agresor inmovilizado con una<br />
presa de muñeca, en tanto comentaba con sequedad: «Venga, haga usted el favor.»<br />
Siguiendo la conocida técnica de la lucha japonesa «sumo», el gordo intentó utilizar<br />
su corpachón para apisonar al Profesor, pero éste permaneció bien aplomado sin<br />
retroceder, aunque seguía ofreciendo comentarios apaciguadores. El tercer<br />
mosquetero del partido de los obesos, sabiendo que su intervención sería decisiva<br />
para desequilibrar el empate, continuó por un instante dubitativo, aunque sin dejar<br />
de golpear con su puño derecho la palma de la mano izquierda en busca de<br />
inspiración.<br />
Desde la puerta, que se había abierto y vuelto a cerrar sin que ninguno lo<br />
advirtiese, alguien entonó con relativo acierto la ramplona sintonía de la serie<br />
«Enfermeras en Acapulco». El recién llegado superaba en envergadura a cualquiera<br />
de los gordos ya presentes, aunque en un formato más compacto y menos adiposo,<br />
pero impresionaba sobre todo por su desaforada barba negra y por el aura de<br />
musculosa agilidad que le rodeaba.<br />
-¡Muchachos! ¿Cómo lo lleváis? Tutto bene? -entonó con campechanía.<br />
Contemplaba la escena del lavabo con una sonrisa feroz, como si los hubiera<br />
sorprendido fumando a escondidas o en alguna otra actividad un poco más<br />
indecente.<br />
En la misma clave despreocupada, el Profesor le contestó:<br />
-Tutto Pavarotti! Ya ves, Comandante: aquí, charlando con unos amigos. -Y<br />
añadió de inmediato, dirigiéndose a los supuestos «amigos»-: ¿Qué pasa, os vais ya?<br />
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