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LA HERMANDAD DE LA BUENA SUERTE - Wikiblues.net

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casi con devoción, como si recitara un verso-: La verdad es que hay algo magnífico<br />

en ver a hombres a caballo.<br />

-¡Magnífico, sí, señor! -El Sultán volvía a mostrarse atento y complacido-. Aún<br />

más, Susana, fíjate, hazme caso. De ahí, del hombre a caballo, nace nuestra<br />

civilización. ¿Has leído a Jared Diamond?<br />

-¿Me lo puedes deletrear? -Muy aplicada, la chica recurrió al cuaderno y al<br />

bolígrafo.<br />

-No hace falta... Es un teórico que estudia por qué en algunos sitios florece la<br />

civilización y en otros no. ¿Qué razón hay para que no se haya desarrollado en el<br />

centro de África, por ejemplo? Pues porque no se puede ensillar a un rinoceronte y<br />

utilizarlo como montura. En cambio, donde tenemos caballos...<br />

-Vaya, no lo había pensado nunca. Pero reconoce que sería estupendo poder<br />

ver una carrera de rinocerontes...<br />

-¡La Gran Copa de los rinocerontes! ¡Una idea notable! Eso merece brindar<br />

con otra copita de champán, Susana.<br />

Pero no le dio tiempo. La megafonía informó de que los caballos ya habían<br />

entrado en los cajones de salida y estaba a punto de comenzar la prueba más<br />

importante de la tarde. Inmediatamente, el Sultán requirió sus prismáticos y se puso<br />

en pie, tenso, concentrado. En un momento se le borró todo rastro de ligereza y<br />

frivolidad: ahora la vida iba en serio, su caballo se aprestaba a tomar la salida y él ya<br />

no estaba repantingado en el palco con una guapa señorita, sino allá lejos, en el<br />

extremo de la pista y con los músculos a punto. Los antiguos marinos que<br />

afrontaban el mar tenebroso tenían como lema el adagio «Vivir no es necesario, pero<br />

es necesario navegar». El blasón de Ahmed Basilikos, llamado el Sultán, podría<br />

leerse así: «Vivir no es necesario, correr y ganar sí lo es.» Entonces sonó un<br />

trompeteo por los altavoces, el público exhaló una voz unánime -de ánimo, de alivio<br />

por el fin de la espera...- y los caballos se pusieron en marcha veloz.<br />

-¿Dónde va el nuestro? -preguntó Susana, como si formase ya parte del<br />

equipo.<br />

-Pues ahora va el último, claro. -El Sultán bajó un momento los gemelos y<br />

envió a Susana una mueca burlona, con exhibición fugaz de dientes carniceros-. No<br />

te preocupes, ahí es donde tiene que ir. Le gusta correr así.<br />

La periodista no estaba preocupada en absoluto, pero sentía un conato de<br />

excitación y compromiso. ¿Quería la victoria de Kambises, quería su derrota? En<br />

cualquier caso, innegablemente, quería ya un resultado. Lo esperaba, lo exigía, se<br />

sentía trémula en el delicioso trance del «aún no, pero ya vienen, ¡ya vienen!». No<br />

necesitaba prismáticos para ver en la recta de enfrente la hilera de caballos, doce o<br />

trece, cada vez más estirada, y a la cola -un par de cuerpos detrás del resto- la figura<br />

blanquecina de Kambises, perfectamente discernible porque no había ningún otro de<br />

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