LA HERMANDAD DE LA BUENA SUERTE - Wikiblues.net
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siendo un entretenimiento feudal, corrompido con el paso de los años por el negocio<br />
de las apuestas y agujereado por más trampas que un proceso de canonización del<br />
Vaticano. Y los jockeys no son en su inmensa mayoría más que mozos de cuadra<br />
venales y fulleros, cuyas derrotas deliberadas para cobrar algún soborno suelen<br />
tener más arte que sus victorias, que siempre se deben a la superioridad del caballo y<br />
nada más. ¡Artistas! ¡Bah! Ni más ni menos artistas que esos cocineros que engañan a<br />
los esnobs con sus mejunjes carísimos o los futbolistas que cobran fortunas por hacer<br />
con desgana lo que cualquier chaval hace mejor gratis en un patio.<br />
¿Dónde estará ese tal señor Kinane? Si quieres que te diga lo que pienso,<br />
probablemente durmiendo la mona en algún tugurio después de haber empalmado<br />
una juerga tras otra durante más de una semana. Ni más ni menos. Aparecerá en<br />
cualquier momento, con resaca y apestando a meados. Son todos iguales; como no<br />
pueden comer a sus anchas para vigilar el peso, se desquitan con la bebida; y como<br />
suelen ser bajitos, el alcohol se les sube en seguida a la cabeza, ja. Pero, claro, si<br />
nosotros podemos encontrarle antes de su resurrección espontánea y de ese modo<br />
ganarnos un buen dinero, pues no se hable más, vamos a ello. Éste fue el tenor de los<br />
comentarios que aporté a nuestro conciliábulo, aunque algo edulcorados porque los<br />
otros tres son románticos del turf y por tanto susceptibles ante cualquier<br />
menosprecio de sus héroes. Los hice en ese tono ligero y risueño, aunque<br />
debidamente malicioso, que a ti tanto te gustaba en nuestras sobremesas. Aunque<br />
ahora, ni risueño ni ligero, el corazón ya no está.<br />
Para mi sorpresa, al Príncipe parecieron desagradarle indudablemente mis<br />
observaciones, incluso me atrevería a decir que le inquietaron un poco, como si<br />
pusieran en peligro nuestra misión. Con rostro muy serio; adusto (¡cómo se parece<br />
en esos momentos a su padre!), levantó de nuevo la mano imperiosa para atajar mis<br />
palabras. ¡Nada de bromas!, exigió. El asunto puede ser más difícil de lo que parece.<br />
Y sobre todo más peligroso. No sólo tenemos que encontrar a Kinane, sino<br />
garantizar que montará al caballo del Dueño en la Copa. Y por lo visto hay sombras<br />
potentes que se opondrán a ello. El Príncipe hizo un silencio algo teatral -¿te<br />
acuerdas de cuando le vimos de muy jovencito en aquella representación de Cuento<br />
de invierno? Sobrio y eficaz, por encima de lo que suele llamarse «teatro de<br />
aficionados»- y nos miró a los ojos, uno tras otro. «Es probable que tengamos<br />
enfrente al Sultán», tal fue su última palabra, dicha en un tono que no explicaba<br />
nada pero sugería cualquier cosa. Si quería impresionarnos, desde luego lo<br />
consiguió. El Profesor martilleó la mesa con los nudillos, tratando de parecer<br />
despreocupado pese a que a mi modo de ver estaba peligrosamente cerca de la<br />
histeria. Por su parte el Comandante se puso a tararear entre dientes la sintonía de<br />
«Perdidos en el espacio». Se trata de uno de sus múltiples rasgos absurdos: cuando<br />
quiere cantar algo para calmar los nervios no opta por la ópera ni por el rock, sino<br />
que prefiere recrear con desoladora torpeza alguna de las mas populares tonadillas<br />
de las series televisivas. Para tormento de quienes le rodean, se las sabe todas,<br />
incluso las más cutres y eventuales, pero todas se las sabe mal. Si esos himnos<br />
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