LA HERMANDAD DE LA BUENA SUERTE - Wikiblues.net
LA HERMANDAD DE LA BUENA SUERTE - Wikiblues.net
LA HERMANDAD DE LA BUENA SUERTE - Wikiblues.net
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Vio acercarse vertiginosamente a Nosoygato, que esperaba a un lado del<br />
trayecto, y de reojo percibió al pasar junto a él cómo se lanzaba en su persecución,<br />
furiosamente alentado por Yukio Osabe. El veterano no era ni mucho menos un mal<br />
competidor y estaba perfectamente fresco, pero apenas consiguió mantener el paso<br />
dos o tres cuerpos detrás del ciclón dorado que arrastraba en su lomo al impotente<br />
Johnny. Sin embargo, inevitablemente, el derroche de energía de Espíritu Gentil<br />
empezaba a hacerse notar: es posible correr más que nadie un rato pero es imposible<br />
correr siempre y para siempre más que todos. Era evidente que Espíritu Gentil no<br />
competía contra Nosoygato ni contra ningún otro caballo presente, real, sino contra sí<br />
mismo o contra secretos fantasmas del pasado... así como quizá también contra<br />
espectros venideros. Johnny notó perfectamente que el furioso corcel viajaba a toda<br />
velocidad sin respirar, en la loca apnea del supremo esfuerzo. Pero también se dio<br />
cuenta sin necesidad de mirar atrás de que el casi intacto Nosoygato estaba ya sobre<br />
ellos, ganando palmo a palmo terreno sin cesar. Y entonces decidió que nunca,<br />
nunca los alcanzaría mientras estuvieran juntos Espíritu Gentil y él. Dejó de intentar<br />
retener a su caballo ya exhausto y lo braceó enérgicamente, más rápido, aún más. A<br />
su derecha apareció obstinado y pugnaz el morro de Nosoygato, que avanzaba por su<br />
flanco... pero no pasó de ahí. Cuando cruzaron el poste de llegada, Espíritu Gentil -ya<br />
sin aliento- conservaba todavía medio cuerpo de ventaja sobre su rival.<br />
En cuanto saltó al suelo, Johnny ofreció entrecortadas excusas al entrenador:<br />
«Lo siento, ha sido imposible. No hay quien pueda... no he podido controlarle.»<br />
Wallace le quitó importancia al asunto y dijo unas pocas palabras tranquilizadoras,<br />
para dejar claro que no estaba irritado con él. Había empezado de nuevo a sentir el<br />
dolor, primero insinuante, un leve malestar o desasosiego, pero después cada vez<br />
más pe<strong>net</strong>rante: volvía la puñalada. Se apoyó en el cercado de la pista y apretó los<br />
dientes. Temió estar poniéndose probablemente muy blanco. «No me puedo<br />
desmayar ahora, delante del Dueño.» No delante del Dueño, ni delante de sus<br />
muchachos.<br />
-Ese chico, Pagal, monta bien. Va a ser muy bueno -comentó despaciosamente<br />
el propietario.<br />
-Uno de los mejores.<br />
-Sí, pero aún no lo es. No puede con mi caballo. Con ese caballo. Corriendo<br />
tan suelto, el Espíritu no ganará nunca a Invisible ni tampoco a... ya no recuerdo cómo<br />
se llama el otro.<br />
-Kambises. -Ninguno de ambos nombres se le olvidarían nunca a Wallace.<br />
-Eso es, los dos bichos del Sultán. Sin el ji<strong>net</strong>e debido volveremos a perder,<br />
Wallace. Piénselo bien. No puede ser.<br />
«Si aguanto un poco más, el dolor pasará. Cuando es tan agudo, pasa bastante<br />
pronto. Si pudiera tomarme el calmante... Está en la mesilla de noche.» Aún tuvo que<br />
intercambiar algunas trivialidades con el Dueño, hasta que don José se decidió a<br />
85