LA HERMANDAD DE LA BUENA SUERTE - Wikiblues.net
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-Mira, Comandante, es mejor que lo dejemos estar. No quiero líos contigo,<br />
pero tengo órdenes que cumplir. Vete a tomar tu avión y todos tan amigos.<br />
-¡Qué coño! No soy amigo vuestro, faltaría más. Ya me has oído, me llevo al<br />
Príncipe. Y ahora mismo, antes de que me enfade de verdad.<br />
-¡Y dale con el puto Príncipe! ¿Qué pasa, acaso eres su niñera?<br />
-¡Cuidado con lo que dices, que no estás hablando con uno de tus gorilas! No<br />
tengo por qué darte ninguna explicación. Pero oye bien lo que voy a decirte... y que<br />
lo oiga también el interesado. ¡Atentos todos! Fue el Rey quien me lo mandó, para<br />
que lo sepas. Varias veces, además. Me decía: «Cuando yo no esté, tú cuidas del<br />
chico. En mi ausencia, como si fueras su padre.» Me lo encargó a mí porque no<br />
confiaba en nadie más. Lo que pasó luego entre el Rey y yo es cosa nuestra. Pero<br />
algo tiene que quedar claro: nunca, ¿entiendes, sicario?, nunca desobedecí una orden<br />
del jefe. Yo sé lo que es la disciplina, no soy un piojoso aficionado. Príncipe, ven<br />
aquí. Nos vamos.<br />
Tizón se afianzó sobre las piernas un poco abiertas y luego hizo un breve<br />
gesto de atención a sus hombres.<br />
-Se acabó la discusión. El Príncipe está bien donde está y de ahí no va a<br />
moverse hasta que yo lo diga. El único que tiene que largarse, y ahora mismo, eres<br />
tú, Comandante. Te doy medio minuto para perderte de vista. ¡Ya!<br />
-¡Cómo! ¿Te atreves a darme órdenes a mí? ¿A mí vas a mandarme tú, jodido<br />
matón de discoteca? ¡Yo soy un soldado, para que te enteres! ¡Maldita sea! ¡Yo sé lo<br />
que es la guerra, y no tiene nada que ver con dar una paliza al borracho de turno que<br />
se niega a pagar! ¡Te cagarías patas abajo si hubieras estado en sitios donde yo hice<br />
la siesta tranquilamente, mariconazo rapado! ¡A ver si te atreves ahora a darme<br />
órdenes! ¡Venga, tú y yo solos, de hombre a hombre!<br />
El Comandante cargó a toda máquina, avanzando con enormes zancadas<br />
hacia Tizón. «¡Abajo con él!», voceó el calvo. Disparó inmediatamente uno de los<br />
sicarios desde la derecha y un instante después otro desde la izquierda. En la camisa<br />
deportiva del Comandante, pegada al torso por el sudor, aparecieron varias<br />
condecoraciones oscuras y chorreantes. Así marcado pareció toser o gruñir, quién<br />
sabe, pero no acortó el paso. En cambio llevó la mano al bolsillo trasero y esgrimió la<br />
Uzi, que tan pronto se hizo presente empezó a escupir su retahíla de balas. Tizón fue<br />
despedido hacia atrás súbitamente, como si estuviera uncido de modo invisible a un<br />
fórmula uno que acabase de arrancar en dirección opuesta. Luego, con un ronco<br />
aullido, cayó el sicario de la izquierda. Los demás seguían disparando al ogro feroz<br />
que se les venía encima.<br />
Con un exacto puntapié, el Príncipe desarmó al pistolero que tenía más cerca<br />
y se hizo con su pistola. Ya inerme, el tipo echó a correr. Mientras, el Profesor,<br />
secundado más o menos a tientas por el Doctor, noqueaba a otro gañán y le aligeraba<br />
también de la artillería. El resto de la banda desapareció en un santiamén con rumbo<br />
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