LA HERMANDAD DE LA BUENA SUERTE - Wikiblues.net
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Ahora paso de largo frente a la puerta oscura del local, de donde sale un grato<br />
relente picante y carnoso. Lo que a mí más me gusta, la cocina que excita e indigesta:<br />
lo demás es mera nutrición, que también puede hacerse por vía intravenosa. Pero no<br />
es aún mi hora de comer, o ya he comido, o no tengo hambre. De modo que doblo a<br />
la derecha y subo por la calle que cruza, empinadísima, más propia para la escalada<br />
que para el paseo. Hay muchas así en Taxco, aunque creo que ésta es la más vertical<br />
de todas. Al cabo de un rato el ascenso se hace tan penoso que debo buscar apoyo y<br />
propulsión para seguir subiendo en las rejas de las ventanas, los buzones de correos<br />
y algunos árboles escuálidos, inclinados sobre el vértigo de la posible caída. Nada,<br />
que me resbalo, me voy hacia abajo, la degringolade. Para defenderme avanzo<br />
doblado hacia delante, grotescamente, con más de medio cuerpo casi paralelo al<br />
suelo como Buster Keaton luchando contra el vendaval en aquella escena famosa. Y<br />
subo la cuesta por fin, llego a la cima. Aquí reina la paz, comienzan los arreboles del<br />
crepúsculo y encuentro un jardín.<br />
Hay grandes árboles frondosos y arbustos robustos que también me parecen<br />
frondosos, yo en cuanto a especies vegetales no conozco más que las frondosas y las<br />
otras, las que han perdido -¡pobrecillas!- su frondosidad. También distingo los<br />
gladiolos de las palmeras, pero eso ahora no viene al caso. El jardín está recorrido<br />
por senderos, que a veces se bifurcan como era de suponer, y yo recorro esos<br />
senderos que recorren el jardín. También hay bancos, aunque no son de madera o<br />
metálicos sino de cemento, cubiertos con losetas de cerámica que repiten arabescos y<br />
figuras felinas o simiescas. Por un instante, por suerte breve como suelen serlo<br />
siempre los instantes, especulo sobre la posible influencia de Gaudí en el diseño de<br />
las zonas ajardinadas de Taxco. Pero por ahora yo desdeño los bancos, desconfío de<br />
ellos, prefiero seguir caminando. Y mientras paseo por el jardín se me ensanchan los<br />
pulmones y se me encoge gratamente el alma, porque siento lo lejos que estoy de mi<br />
casa, lo difícil o largo que me será volver y que a fin de cuentas nadie me espera allí<br />
ni me desea aquí. Delicioso, terrible, deliciosamente terrible... Entonces, a la altura de<br />
mis ojos, descubro un pequeño pájaro que salta débilmente de rama en rama. Es<br />
precioso, recubierto de un plumón azul brillante que se va volviendo verde<br />
esmeralda en el pecho hasta llegar a las patitas rojas. Una joya viviente, cálida y<br />
palpitante. Está tan a mi alcance que no puedo resistir la tentación de acariciarle y de<br />
sentir en mi propia piel su caricia guateada. Tiendo la mano con cuidado pero no se<br />
asusta ni se retira. Al contrario, parece tropezar y enredarse con mis dedos que no le<br />
oprimen. Agita un poco las alitas... ¡Qué pájaro tan confiado! No, es inverosímil<br />
tanta confianza, debe de estar herido o enfermo. En efecto, resbala entre mis dedos y<br />
poco a poco, a trompicones, va cayendo hacia el suelo, rebotando en las ramas. Está<br />
moribundo, acabado, kaputt. Mientras cae va perdiendo sus hermosos colores y<br />
volviéndose primero pardo y luego gris. Al final yace sobre el polvo seco y en<br />
cogido, patas arriba, color ceniza, empezando a apestar tibiamente. ¡Qué asco, qué<br />
pena! Y el asco y la pena me despiertan. Vaya, también esta vez era un sueño. Todo<br />
es sueño, para qué engañarnos.<br />
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