LA HERMANDAD DE LA BUENA SUERTE - Wikiblues.net
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arrinconarlos en la cuadra, se negaba a colaborar durante los entrenamientos, tenía a<br />
todo el mundo atemorizado y de vez en cuando en su mirada furiosamente altiva se<br />
veía que disfrutaba con ello. Una mala bestia, sin duda. Con todos, menos con<br />
Wallace. No es que le mostrase afecto, eso nunca, pero lo aceptaba como a un igual y<br />
en ningún momento se permitió el mínimo movimiento hostil contra él. Le consentía<br />
acercarse, palparle las patas musculosas y el lustroso flanco, incluso inspeccionarle la<br />
boca. Al final de cada jornada de ejercicio, Wallace le calzaba una especie de botas<br />
cerradas llenas de hielo para descongestionarle las extremidades. Luego, se las<br />
friccionaba con alcohol y se las vendaba cuidadosamente para el descanso nocturno.<br />
Y a veces, a la caída de la tarde, en el box lleno de fragante paja fresca recién<br />
cambiada, permanecían ambos en silenciosa y reverente compañía, esperando la<br />
llegada del sueño. Espíritu Gentil se relajaba, olvidando poco a poco las pesadillas e<br />
intemperancias del día. Y Wallace, callado e inmóvil, como ausente, se quedaba allí<br />
junto a él, contemplándole vivir, hasta que definitivamente se cumplía el amplio<br />
aterrizaje de la noche.<br />
Por supuesto, el entrenamiento del díscolo alazán no resultó precisamente<br />
fácil. Puso a prueba casi hasta la extenuación la paciencia oriental de Yukio Osabe, el<br />
ji<strong>net</strong>e encargado desde hacía muchos años de los galopes matutinos. El<br />
comportamiento de Espíritu Gentil oscilaba entre dos extremos: o bien parecía no<br />
querer saber nada del ejercicio y trotaba ramplonamente, como si todavía estuviese<br />
medio dormido, o se despendolaba por completo lanzándose a tumba abierta, para<br />
agotar lo mejor de su energía en unos cuantos cientos de metros. En ambos casos, no<br />
quedaba más remedio que tomarse un descanso y luego volver a empezar de nuevo.<br />
O dejarlo para el día siguiente.<br />
Pero gradualmente Espíritu Gentil se fue acostumbrando a cumplir con<br />
bastante profesionalidad por las mañanas y dejó de darle a Osabe constantes<br />
quebraderos de cabeza, aunque de vez en cuando recaía puntualmente en sus<br />
caprichos de primera hora. Tampoco fue sencillo encontrar un ji<strong>net</strong>e que se<br />
entendiera con el temperamental campeón cuando le tocó ir a los hipódromos. A dos<br />
años debutó perdiendo por un cuello en un compromiso modesto tras no querer<br />
emplearse en la mayor parte del recorrido y luego sus primeras victorias fueron<br />
conseguidas por pura superioridad aplastante, aunque durante cada prueba hizo<br />
todas las arbitrariedades imaginarias para intentar perder. Varios ji<strong>net</strong>es se turnaron<br />
en sus lomos y todos se bajaron proclamando que era un fuera de serie, mientras se<br />
prometían en voz baja no volver a montarlo jamás.<br />
Por fin llegó Pat Kinane. El irlandés aparentemente se limitaba a subirse al<br />
caballo y quedarse lo más quieto posible allí hasta después de haber cruzado la<br />
meta. Pero mandaba y era obedecido, aunque de esa dialéctica sin aspavientos sólo<br />
tuvieran constancia el caballo y él. Porque el más rebelde de los rebeldes, el<br />
Espartaco menos dispuesto a rendirse, también acata la autoridad de algún<br />
emperador secreto cuyo dominio -incontestable y fraterno- sólo él conoce. Y Kinane<br />
sabía pronunciar con leves movimientos de las muñecas o cierto apretón de las<br />
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