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LA HERMANDAD DE LA BUENA SUERTE - Wikiblues.net

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y el miedo-pánico. El primero se nos presenta de improviso, a veces incluso con<br />

motivos nimios, y es fácilmente controlable por la reflexión y remediable por la<br />

acción; el segundo es un sentimiento más hondo y de mayor alcance, fruto por lo<br />

general de la incomprensión de las leyes naturales o de supersticiones atávicas, y<br />

sólo puede ser domeñado por un largo y difícil ejercicio racional. Yo también creo<br />

que hay dos tipos de miedo, uno que nos asalta y sobresalta, otro que nos aterra y<br />

entierra. El primero se presenta a veces y a veces no, hasta puede hacerse muy raro a<br />

partir de cierta edad; el segundo, cuando llega, se queda para siempre, o sea hasta el<br />

final. Me sentía inspirado y me hubiera gustado perfilar un poco más estas<br />

meditaciones, pero mi compañero me señaló con un triunfal cabezazo un edificio<br />

ahorrativamente iluminado que acababa de surgir ante nosotros. La dichosa fábrica,<br />

destino del viaje insensato.<br />

De entrada, no me pareció tan enorme como me lo había descrito el<br />

Comandante, aunque sí bastante grande, una especie de extenso hangar con un<br />

breve piso superior que casi parecía una torreta y cuatro altas chimeneas. Sólo salían<br />

espaciadas bocanadas de humo de una de ellas. Todo estaba cercado con una valla<br />

metálica de aspecto patibulario y en la entrada principal, cerrada por una barrera<br />

levadiza, había una garita de guardia dentro de la que brillaba una luz más bien<br />

tenue. El Comandante pasó de largo sin aminorar la velocidad, pero después, un<br />

kilómetro más allá, retrocedió lentamente marcha atrás, con los faros apagados.<br />

Aparcó en la espalda del edificio, fuera de la vista de la garita.<br />

-Bueno, aquí estamos. Para empezar por lo primero, supongo que llevas tu<br />

pistola.<br />

-¡Naturalmente que no! Lo que faltaba, que provocásemos un tiroteo con los<br />

guardias.<br />

-Nunca se sabe. Yo, por si acaso, llevo la mía... -De un bolsillo lateral sacó una<br />

Uzi, ni más ni menos.<br />

-Pues ya la puedes ir dejando en la guantera. Si no, me quedo en el coche.<br />

-Pero es que sin ella me siento desnudo -refunfuñó.<br />

-Si vas desnudo sólo pueden ponerte una multa por exhibicionista. Pero así<br />

evitaremos que en el peor de los casos nos acusen de asalto a mano armada.<br />

Convencerle no me resultó demasiado difícil, quizá en el fondo estaba más<br />

cuerdo de lo que parecía. Cuando guardó la artillería, respiré aliviado y le acepté<br />

una linterna igual a la suya que me ofreció como premio de consolación, muy mona<br />

y no mayor que un bolígrafo. Después nos bajamos del cuatro por cuatro -qué alto<br />

era el condenado, caramba- y fuimos hacia la cerca metálica. Yo marchaba tan<br />

decidido que ni me molesté en preguntarle cómo pensaba entrar. Hice bien, porque<br />

se dirigió sin vacilar hacia una pequeña puerta trasera, defendida por una cadena y<br />

un candado de aspecto imponente. Cuestión de apariencias, porque se abrió<br />

milagrosamente en respuesta al primer apretón de su manaza. Ante mi asombro, el<br />

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