LA HERMANDAD DE LA BUENA SUERTE - Wikiblues.net
LA HERMANDAD DE LA BUENA SUERTE - Wikiblues.net
LA HERMANDAD DE LA BUENA SUERTE - Wikiblues.net
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Cuando estoy dormido no puedo evitar el acoso de las pesadillas; pero<br />
cuando estoy despierto no puedo evitar el acoso del Comandante, que me telefonea<br />
de vez en cuando con propósitos chocantes. Francamente, no sé qué es peor. Por<br />
ejemplo hoy, que yo me había tomado como día de descanso y meditación íntima<br />
aprovechando que el Príncipe, acompañado por el Doctor, proyectaban pasar la<br />
velada en ese local de ópera en directo del que nos habían hablado. La verdad es que<br />
me hubiera gustado que me eligiese a mí como acompañante, pero por lo visto evita<br />
el mano a mano conmigo. ¡Mano a mano, ay! De modo que me puse la bata y las<br />
zapatillas, preparé una deliciosa ensalada con tomate cherry, patata cocida, rúcula,<br />
pimiento rojo, aceitunas, atún en aceite de oliva... todo muy sano, admítanlo... pero<br />
luego mucho chile jalapeño bien picado y salsa de soja con wasabi. Tenía pensado<br />
ponerme el DVD recién comprado de la versión remasterizada (¡y coloreada por el<br />
gran Ray Harryhausen!) de She, la antigua y clásica, aunque no fuera más que para<br />
ver otra vez hacerse el héroe a Randolph Scott. Un programa razonablemente<br />
delicioso, en perfecta adecuación a mi edad y condición erótico-familiar (vacíos<br />
ambos casilleros). No diré que me sentía feliz, claro, digo tonterías aunque no de ese<br />
calibre, pero puedo quizá señalar que me sentía reconciliado, eso es, reconciliado con<br />
mis limitaciones, con mi frustración, incluso con el brío ajeno del mundo que a la<br />
primera de cambio me larga una coz. En cualquier caso, incluso en el peor de los<br />
casos, me disponía a disfrutar de tres horas de relax y anestesia. Entonces,<br />
precisamente entonces, irremediable e inevitablemente entonces, sonó el teléfono.<br />
Recuerdo que al descolgar lancé una invocación al gran vacío: «¡Dios mío, por favor,<br />
que no sea el Comandante!» Era el Comandante. Me anunciaba su llegada en cosa de<br />
media hora y me recomendaba proveerme de ropa cómoda, deportiva, «de<br />
comando». Ese bárbaro considera normal tener uniformes para comandos colgando<br />
entre las mudas y las chaquetas de entretiempo. Oír su vozarrón imperioso me dejó<br />
helado: era Atila avisando de su próxima invasión a Roma: «¡Id preparando las<br />
vestales, venimos con ganas de violar!» Seguí en bata, obstinado y rebelde, como<br />
Catón en Utica. Resistiré, resistiré... actitud meramente de fachada, porque yo sabía<br />
que estaba vencido de antemano. Antes de que hubiera tenido tiempo para reunir<br />
fuerzas, en un plazo milagrosamente breve, ya estaba llamando a mi puerta. Por lo<br />
visto me había telefoneado antes desde la acera de enfrente o desde el mismo portal,<br />
porque de otro modo resulta inexplicable.<br />
Claro que, en cuanto hizo su aparición abrumadora, todas las pequeñas<br />
explicaciones que pudieran intrigarme sobre aspectos circunstanciales resultaron<br />
inmediata mente superfluas. Su apariencia era más hirsuta y ciclópea que nunca, su<br />
atuendo (zamarra, pantalones y botas militares, probablemente del ejército de<br />
Pancho Villa) especialmente abominable, incluso me pareció que vociferaba y<br />
canturreaba más que otras veces. Una pesadilla... ¡qué más quisiera yo! Hasta en las<br />
peores pesadillas suelo tener buen gusto. Era, como dicen las vestales a punto de ser<br />
violadas, un destino peor que la muerte. En cuanto entró, toda la casa resultó no sólo<br />
invadida, ocupada, sino también contaminada por su ubicua presencia. No se le<br />
90