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LA HERMANDAD DE LA BUENA SUERTE - Wikiblues.net

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A veces añadía: «Bien, Fidel. Gracias.» Y luego hacía lo que le daba la gana, claro,<br />

pero a menudo yendo a parar no muy lejos de lo señalado por mí. ¿Eh, qué te<br />

parece? Como puedes ver, no soy de los que se asustan a la hora de sacarles las<br />

tripas a los problemas, sin esperar que otro me alumbre con su candil. Y no lo hago<br />

del todo mal, créeme. ¡Bum-bum!<br />

Siguió un rato desvariando dentro de su patético ego-trip, hasta tal punto que<br />

me esperancé con la suposición de que finalmente no quisiera más que vanagloriarse<br />

ante un espectador sumiso y acabase marchándose a casa sin mayores disturbios.<br />

Demasiado limpio, demasiado fácil. La triste realidad es que acudía a mí lleno de<br />

mefíticas teorías pero también de vertiginosos proyectos. Me cubrió con todo ello<br />

mostrando implacable determinación, como quien echa una red al mar sobre los<br />

peces inermes, despreocupados y sin culpa alguna de que existan las conservas.<br />

Intentando abreviar, indagué:<br />

-Entonces, a tu juicio, ¿dónde está nuestro hombre?<br />

-¡Qué juicio ni qué...! Es que no lo pillas, ¿verdad? -Me miró con una<br />

combinación bastante humillante de piedad y desprecio-. Yo no sé con seguridad<br />

dónde puede estar el pájaro ese. Pero en cambio puedo dejarte claro por qué no está<br />

donde debería estar. En dos palabras: porque lo han raptado.<br />

-Son cuatro.<br />

-¿Ugh?<br />

-Que son cuatro palabras, no dos. Y, francamente, no veo razón alguna para<br />

que nadie rapte a Kinane.<br />

-¿Cómo que no? ¡Para que no pueda montar a Espíritu Gentil en la Gran Copa,<br />

naturalmente! ¡No te jode. .. !<br />

-¿Sólo para impedirle montar a ...? Oye, que el secuestro es un delito muy<br />

grave.<br />

-El Sultán ha hecho cosas peores. ¿O no?<br />

En ese punto no le faltaba del todo razón. Empate. Además, si quería ser<br />

sincero conmigo mismo -¡peligrosísima afición!- debía reconocer que esa explicación<br />

truculenta se me había pasado también más de una vez por la cabeza.<br />

-Ya. ¿Y el Príncipe qué dice de tu teoría?<br />

-Nada, porque aún no la conoce. ¡Tararí, que te vi! Lo dicho: tú no eres capaz<br />

de pensar más que cuando el jefe dice «¡Ya!». A mí, en cambio, no me asusta la<br />

intemperie. Cuando llegaba el momento, le hablaba al Rey en la cara, sin que me<br />

temblara la voz: «Jefe, he pensado esto, o lo otro... o lo de más allá.» Y el Rey se<br />

ponía serio y luego sonreía un poco: «Vaya, Fidel. Conque has vuelto a pensar...»<br />

Ahí tienes. Era el Rey en persona quien me lo decía, no ningún aficionado. ¡Glup!<br />

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