LA HERMANDAD DE LA BUENA SUERTE - Wikiblues.net
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podía comparar con un ejército enemigo, sino con catástrofes de la patología<br />
terráquea como la inundación, el incendio o la peste bubónica. Instaló sus reales en<br />
un sofá -el mío, en el que yo leo, lloro y veo la tele, mañana tendré que mandarlo al<br />
tapicero- y entonó entre dientes algo que quizá fuese la sintonía de «Bienvenidos a<br />
Sunday Street».<br />
Le comuniqué hoscamente que no podía ofrecerle una copa porque hace<br />
tiempo ya que no bebo y por tanto no tengo alcohol en casa. Rió con benevolencia de<br />
ogro y me pidió que hiciera café, buen café negro concentrado, litros de café. «La<br />
noche va a ser larga, tenemos que estar despejados.» Sentí un escalofrío y corrí a la<br />
cocina a cumplir su orden y, de paso, para no verle durante un rato. Precisamente un<br />
rato después, ya con abundante café en la mesa, no tuve más remedio que sentarme<br />
en una silla cerca de él. De inmediato sacó del bolsillo trasero del pantalón una<br />
petaca metálica de buen tamaño y aliñó su taza con una chorreada generosa. Luego<br />
agitó la botella ante mí con gesto bobaliconamente tentador y se encogió de hombros<br />
como respuesta a mi negativa. Llegaba el momento de las confidencias y los planes,<br />
como yo me temía.<br />
-Vamos a ver, Profe. Antes de saber dónde está Pat Kinane, tendríamos que<br />
saber por qué ha desaparecido, ¿no te parece? A mí se me hace un paso previo<br />
elemental. ¿Qué piensas tú? ¿Por qué puede haber desaparecido ese tipo? ¡Chan,<br />
chatachán!<br />
Le miré sin responder, con la expresión imbécil y vacua que se merecía. Mi<br />
silencio no le desazonó, sino más bien le produjo incontrolable regocijo.<br />
-Ni idea, ¿eh? Psit, psit... Ya me lo figuraba. Tú eres... perdona, oye, no quiero<br />
ofenderte... pero creo que eres incapaz de pensar nada por ti mismo hasta escuchar<br />
lo que opina el Príncipe. ¡Bang! Justo en la diana! ¿A que he acertado?<br />
Seguí mirándole sin contestar, aunque me permití una burlesca y torpe<br />
reverencia, como si acatase resignadamente su despliegue de perspicacia. Y<br />
prosiguió el monstruo:<br />
-Pues lo que es yo, estoy acostumbrado a pensar por mí mismo. Más de una<br />
vez sorprendí al Rey con mis deducciones, que coincidían con las suyas pero sin<br />
conocerlas de antemano ni esperarlas. ¡Al Rey, fíjate bien lo que te digo! ¡Él por su<br />
lado y yo por el mío, sin embargo los dos al final comiendo del mismo plato! ¡Fuss!<br />
Cuidado, no me malinterpretes. Lo que el Rey decía era la Ley y sus profetas para<br />
mí. ¡Disciplina! ¡Ar! Soy un guerrero, no un puto posmoderno de ésos. Pero razono,<br />
pienso, aquí, aquí... ¡Plas, plas! -Se aporreaba entusiasmado la frente, ojalá se<br />
produjese una fractura de cráneo-. Yo le contaba las conclusiones a las que había<br />
llegado, con un poco de canguelo, te lo reconozco, porque no sabes cómo miraba el<br />
Rey cuando te tenía delante... incluso a mí, su mejor hombre, su mano derecha... el<br />
único en quien de veras confiaba. Y tras escucharme se quedaba un rato callado,<br />
como pensando. Pensando, eso es. ¡Brum, brum! Casi le oía pensar. Luego sonreía a<br />
su modo, así, de medio lado, y gruñía: «Vaya, vaya.» ¿Te das cuenta? «Vaya, vaya.»<br />
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