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LA HERMANDAD DE LA BUENA SUERTE - Wikiblues.net

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velocidad y borracho, pero son acontecimientos aislados, comparativamente raros en<br />

vista de la seriedad y frecuencia de los peligros asumidos.<br />

A partir de los treinta el panorama comienza a cambiar, la naturaleza nos<br />

atiende con mayor desgana y racanería: como una de esas pólizas baratas de seguros<br />

que cubren pocas eventualidades y sólo mientras no desborden una cifra módica de<br />

gastos para la empresa. Pero de los cuarenta en adelante, la madrastra Natura nos<br />

abandona por completo y se muestra indiferente a nuestras cuitas. Ya no cuenta con<br />

nosotros para nada y si nosotros contamos con ella para algo vamos listos. Según<br />

refieren los que han llegado hasta viejos a pesar de todo, de los sesenta para arriba -<br />

es decir, para abajo- la naturaleza se vuelve francamente hostil y nos persigue con<br />

todo tipo de trampas o dolencias, disparando sus cañones para abatirnos como el<br />

videojugador que trata por todos los medios de liquidar a los invasores marcianos.<br />

Ni nos cuida ya ni le resultamos indiferentes, sino que para sus planes estamos de<br />

sobra. Somos una pieza a cobrar, una alimaña superflua. Y colorín, colorado...<br />

De modo que yo estoy ahora en la fase de la autoprotección, lo que los<br />

médicos latinos llamaban la cura sui. No cometo excesos porque sé que cada uno de<br />

ellos es un pagaré contra mi propio y cada vez más escaso capital, no contra los<br />

fondos inexhaustos de la naturaleza. Como puedes ver, la virtud no interviene en<br />

esto para nada. Querida mía, lo cierto es que no abandonamos los vicios por virtud,<br />

sino porque ya no podemos costeárnoslos con la salud que nos queda. No somos<br />

nosotros quienes dejamos el vicio, sino que es el vicio quien nos deja en paz,<br />

aburrido de tantos melindres. De modo que bebo poquito y prácticamente no fumo<br />

jamás. La naturaleza ni me mira y yo sólo la miro con el mayor de los recelos. No te<br />

preocupes, que si sigo así conseguiré vivir muchos años. Lo que soy incapaz de<br />

decirte es para qué quiero seguir viviendo más años sin ti. Sólo se me ocurre una<br />

explicación, que no es desde luego natural ni del todo sobrenatural. Mientras yo<br />

viva, tú también seguirás estando en este mundo como presencia protagonista. Con<br />

mi muerte, moriremos del todo y para siempre ambos, nos perderemos en la nada<br />

como si no hubiésemos existido jamás, como si nuestro amor no hubiera sido,<br />

cuando en realidad fue tanto, tanto... Igual que antes luché para que no murieses,<br />

ahora intento evitar la muerte yo, por lo mismo: para que sigamos juntos. Otra razón<br />

no tengo para este largo penar, ni otro apego.<br />

Que sí, que tienes razón: venga, ya dejo de quejarme y de hablar de cosas<br />

tristes. Vamos a lo que importa. El caso es que esa noche salí de Al Trote Largo<br />

sobrio como un juez. Tampoco creo que ninguno de los otros tres compañeros<br />

hubiese bebido mucho, aunque el Comandante se empeñaba en mascullar la sintonía<br />

de «Noche de copas». Recorrimos de nuevo el callejón y nos despedimos al llegar al<br />

bulevar principal. El Príncipe nos convocó a un consejo de guerra a la mañana<br />

siguiente, pero sin necesidad de madrugar, ya hacia mediodía. Y luego cada cual se<br />

fue a su guarida. Es decir, todos menos yo. Porque resulta que yo tenía mis propios<br />

planes y en cuanto se perdieron de vista volví sobre mis pasos y regresé al local que<br />

acabábamos de abandonar. No entré, sino que me aposté a favor de la oscuridad en<br />

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