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LA HERMANDAD DE LA BUENA SUERTE - Wikiblues.net

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cuando todas las explicaciones verosímiles han sido descartadas por demostrarse<br />

imposibles, lo que queda, por extraño o chocante que parezca, debe ser la solución<br />

verdadera. Bueno, algo así, ya me entiendes. El caso es que ese imperturbable<br />

afortunado sin lugar a dudas tiene que haber encontrado un mecanismo para forzar<br />

la aparentemente caprichosa suerte, una fórmula combinatoria cuyo resultado<br />

inexorable y necesario es saltar la banca. ¿Difícil de creer? Puede que sí, pero todo lo<br />

demás es imposible de creer. O mejor dicho, no hay nada que creer en ello, es humo,<br />

mero vacío.<br />

De modo que me instalé entre las sombras, a la espera de que el así llamado<br />

Narciso Bello abandonase el escenario de sus triunfos. Mi esbozado propósito era<br />

simple, quizá en demasía. Pensaba abordarle y hablarle con la mayor franqueza que<br />

me estaba permitida. Me presentaría como una especie de científico o de académico,<br />

un estudioso de lo lúdico y de sus formas, cualquier chorrada semejante que<br />

pareciese tan convincente como moderna, es decir lo uno por lo otro. No le pediría<br />

que me revelase su método -¡atención, esto es muy importante!- porque yo no soy<br />

jugador ni pretendo hacerme rico por la vía rápida arruinando a los casinos. Ya<br />

tengo resuelto el problema de ganarme la vida, lo único que quiero solventar ahora<br />

es la cuestión de en qué invertirla. Pero eso desde luego no me lo va a facilitar él...<br />

No, la petición que iba a hacerle, con más o menos rodeos, era mucho más<br />

sencilla: le rogaría que me confirmase si efectivamente lo suyo es un método, un<br />

sistema, una combinatoria y no mera casualidad favorable. No pretendo saber lo que<br />

hace -iba a decirle-, sino sólo comprobar que hace algo, que cumple un esquema<br />

previo deliberado y científicamente exacto. De ese modo lo que a primera vista, para<br />

los ilusos y descerebrados, parecía una convalidación de factores irracionales se<br />

demostraría a fin de cuentas un testimonio más a favor de la razón, el único<br />

instrumento que descubre los engranajes según los cuales funciona el mundo. Por<br />

supuesto, le daría la seguridad de que nada de lo que me dijese, por genérico e<br />

inconcreto que fuera, se haría público sin su autorización: yo no busco el renombre,<br />

ni quiero nada para mí -le aseguraré-, sólo aspiro a la íntima satisfacción de ver<br />

derrotada de nuevo la superstición idealista, aunque todo quedase a fin de cuentas<br />

entre él y yo. En último caso, si no quería hablar para no comprometerse o<br />

descubrirse, me bastaba con que afirmase o negase con la cabeza cuando yo le<br />

formulara la pregunta crucial.<br />

Esperé y esperé, pasaba el tiempo y se me hacía largo, tenía cada vez más<br />

sueño. Pero ya sabes cómo soy, no pertenezco al inconstante pelotón de los que<br />

cejan. Por fin mi hombre salió del antro: no había error posible porque permaneció<br />

durante un largo momento encuadrado por la luz de la puerta abierta, mientras con<br />

un gesto tópico y para mi gusto bastante repugnante introducía un billete doblado,<br />

una propina, por el escote ancho y blando de una moza liberal que le había<br />

acompañado hasta la salida, sin duda con la esperanza de lograr algún trato<br />

posterior más remunerativo. Después la puerta se cerró y volvió la oscuridad, pero<br />

como mis ojos estaban ya bastante acostumbrados a ella le vi trastabillar e incluso le<br />

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