LA HERMANDAD DE LA BUENA SUERTE - Wikiblues.net
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penne alla arrabiata y escalopines al Marsala. Está en la flor de la edad, como suele<br />
decirse. Pide Chianti y me lanza su mejor sonrisa. Se la traslado in pectore a mi colega<br />
el Profesor, que hubiera sabido apreciarla mejor que yo.<br />
Para entretener la espera, inspeccioné discretamente la clientela del local.<br />
Predominaban las parejas -en varios casos dobles parejas- de mediana edad. Un<br />
ventripotente caballero más que maduro atendía a una joven que evidentemente no<br />
era su hija, procurando impresionarla con su conocimiento del mundo y vasta<br />
cultura. La pobre criatura tenía el aburrimiento garantizado. Sorpresa: la mesa más<br />
animada, muy cerca de la nuestra, era también la más silenciosa. La ocupaba un<br />
grupo de sordomudos que mantenían una viva y sonriente conversación gestual; de<br />
vez en cuando a alguno se le escapaba una especie de ronco gañido, una nota<br />
discordante que supongo que era el equivalente en su caso a volcar un vaso con el<br />
codo entre comensales dotados de voz. O quizá fueran solamente mudos, pero no<br />
sordos, porque si no resultaba un poco raro que eligieran una velada musical para<br />
acompañar la cena. Aunque quién sabe, todos vivimos de ilusiones y de<br />
inconsecuencias.<br />
El espectáculo era simpático, familiar y poco exigente. Un tenor muy joven, de<br />
voz bastante desabrida pero entusiasta, cosechó el previsible aplauso cantando<br />
Questa é quella y La donna é mobile. Le siguió un fornido contratenor, barbudo y calvo,<br />
que interpretó con mucha delicadeza un par de arias barrocas que no llegué a<br />
identificar pero que me gustaron mucho. Bueno, la verdad es que mi minestrone era<br />
muy aceptable también y yo me sentía a punto de estar contento. El pianista que<br />
acompañaba sin hacerse notar demasiado a los cantantes no era Rubinstein, pero<br />
cumplía decentemente. Entonces apareció Siempreviva, recibida por una discreta<br />
ovación mayoritariamente suscrita que demostraba su rango estelar. Se hizo un<br />
silencio general, apenas roto por algún entrechocar de cubiertos en el plato o el<br />
tintineo de alguna copa. Iba vestida con un traje largo quizá un poco anticuado -¡qué<br />
sabré yo!- pero de buen gusto: bastante alta, más bien huesuda, no mal parecida<br />
aunque ajada. Seguramente ya pasaba de los cincuenta años, aunque aún podía<br />
declarar con verosimilitud cuarenta y pocos. El piano insinuó su entrada y ella atacó<br />
con toda dignidad J'ai perdu mon Eurydice. Tenía una voz suave, muy bien educada,<br />
sin gran potencia pero con encanto. Cuando terminó, aplaudí con sincero<br />
entusiasmo y también el Príncipe, que asentía muy satisfecho con la cabeza.<br />
Siguieron otras actuaciones de cada uno de ellos y después se hizo un alto y<br />
comenzaron a pasearse entre las mesas, saludando a la gente y departiendo<br />
amablemente con los clientes, la mayoría de los cuales se notaba que eran asiduos.<br />
Cuando Siempreviva se acercó a nosotros, el Príncipe se puso en pie y le comentó<br />
brevemente la recomendación de la Hermandad de la Buena Suerte que nos había<br />
traído hasta ella. Después la invitó a acompañarnos a la mesa, si le estaba permitido.<br />
-No quisiera privar al resto de los clientes del placer de su compañía...<br />
Pero el encanto de los ojos azules también funcionó en este caso.<br />
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