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Tratado de Fibrosis Quística<br />

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Otra cuestión muy importante es el momento en que debe realizarse el cambio de la unidad pediátrica a la de adultos.<br />

Como ya se ha expuesto con detalle anteriormente, no hay una fecha “correcta y exacta” para la transferencia,<br />

sino que un enfoque más flexible es lo más importante. Sin embargo, marcar una edad de destino es útil tanto<br />

para el paciente como para los equipos médicos para preparar una adecuada transición. Algunos grupos utilizan<br />

una cronológica de corte (que varía de 14 a 18 años), mientras que otros utilizan las transiciones sociales como<br />

la finalización de la enseñanza obligatoria (32). Por tanto, por lo general, la transición de la consulta pediátrica a<br />

la consulta de adultos se iniciará entre los 14 y los 16 años y no se demorará más allá de los 18 años. Se realizará<br />

siempre que el paciente con FQ esté en una situación clínica estable. Transferir un paciente inestable, cercano a<br />

la muerte o bien pendiente de un trasplante no es adecuado. Sin embargo, podría contemplarse la posibilidad de<br />

traslado en estos casos si el equipo que lo recibe tiene experiencia en el manejo de situaciones como los cuidados<br />

paliativos o la ventilación mecánica no invasiva (16,22,24).<br />

Problemas en el proceso de la transición<br />

En 1990, Schidlow y Fiel (33) detallaron las barreras u obstáculos en el proceso de transición de la edad pediátrica<br />

a la edad adulta, identificando áreas potencialmente problemáticas en la familia, el paciente, los pediatras y<br />

los médicos de adultos. Dos décadas después, los mismos obstáculos siguen estando presentes (34). Por tanto, el<br />

proceso de transición puede fracasar cuando existe una falta de apoyo por cualquiera de sus participantes.<br />

En un interesante artículo de Flume et al. (1) se presenta la encuesta realizada a varios centros de Estados<br />

Unidos basada en 291 respuestas relacionadas con el tratamiento global de la FQ. En las respuestas se encontró<br />

que en el 71% de los casos, los pacientes mayores eran seguidos por un profesional clínico de adultos. Sin<br />

embargo, en el 20% aún era el pediatra el que seguía a estos enfermos en su etapa adulta. El editorial de este<br />

artículo realizado por Conway et al. (32) destaca la falta de normas nacionales que rijan estas situaciones. Con<br />

respecto a la edad de la transferencia, el 37,4% dijo que la edad de 21 años debería ser el límite, el 16,2% eligió<br />

el momento del casamiento, y el embarazo el 27,1%. Por tanto, la discrepancia y la ambigüedad de criterios son<br />

evidentes. En la misma encuesta, los criterios que seguían para contraindicar la transferencia fueron: para el 45%<br />

la resistencia de la familia y el paciente deberían demorar el traspaso, el 34% apuntó a la gravedad y 31,3% a<br />

retrasos en el desarrollo.<br />

Obstáculos en la familia. El papel de los padres debe cambiar completamente porque tienen que ir entregando<br />

el testigo de manera progresiva para que el adolescente con FQ se haga cargo de forma completa de su<br />

cuidado. Pueden incluso aparecer conflictos familiares en el caso de que el adolescente no se haga completamente<br />

responsable de sus tratamientos, pero a la vez tampoco quiera que sus padres se entrometan. Los padres<br />

pueden sentirse preocupados y oponer resistencia al cambio al equipo de adultos porque se sienten más cómodos<br />

en el ambiente “cálido” y conocido del hospital infantil. Esto ha sido documentado en varios estudios (31,35)<br />

y, curiosamente, estas continuas preocupaciones postransición indican que puede llevar a los padres algún<br />

tiempo adaptarse al cambio. Uno de estos estudios (31) también indicó que antes de la transición los padres<br />

tenían más preocupaciones que los adolescentes, tal vez en relación a una tendencia hacia la sobreprotección a<br />

menudo presente en padres con hijos y enfermedades crónicas. Los servicios para adultos pueden no colaborar<br />

con las familias de la misma manera que las clínicas pediátricas, y los padres pueden “sabotear” la transición si<br />

se sienten excluidos de la toma de decisiones en la nueva configuración (24).<br />

Obstáculos en el paciente. Para los jóvenes, también la transición puede ser un evento crítico dentro de su<br />

vida al perder el respeto y cariño de los que han sido sus cuidadores durante años y verse obligados a confiar en<br />

otros nuevos y desconocidos. El logro de alcanzar el paso a la etapa adulta también puede ser visto como un<br />

paso más cercano de la enfermedad a las complicaciones e, incluso, a la muerte (32). A menudo, hay pocos<br />

incentivos para los adolescentes a abandonar un servicio que les ha cuidado y dado respuesta eficaz por un<br />

largo período. Si se le había proporcionado cierta flexibilidad en el acceso de visitas al hospital durante la edad

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