ALEJANDRO CAAMAÑO TOMÁShabía convertido, como rezaba la propagandafranquista, en la “reserva espiritualde Occidente”; el lugar en donde la esenciacristiana permanecía impoluta, por loque se hacía necesario que la educacióncristiana se afianzara en los centros educativos.25 Pero, ¿de qué manera se llevabaa cabo esa cruzada nacional-católica?El padre Rodríguez, director del “HogarBatalla del Jarama”, era el “inventor”de la bofetada doble –si no inventor, fueun excelente ejecutante–, que tenía una“mejoría educativa” aún no contempladapor Antonio: “¿Ves, Antonio? La ventajade dar las bofetadas de dos en doses que el niño no cae al suelo y queda preparadopara recibir otras dos” (Paracuellos3, p. 6). Y esto era solamente la parte delmenú que incluía golpes por guardar comida;quitársela, y castigarles sin comery sin recibir la visita de sus padres (Paracuellos3, pp. 32-34).Pero también es de destacar la pasióncon que el párroco Don Máximo predicabaa los niños en los ejercicios espirituales.Su enfoque religioso era resultado deuna tradición secular muy extendida enla Iglesia y en la educación: el miedo cosehabían impuesto los militares. […] La iglesiano puso freno a sus hijos hispanos inflamadosde odio sacro. Julio Caro Baroja, Introducción auna historia contemporánea del anticlericalismoespañol, 1980, p. 238.25Poco después de comenzar la guerra Francoanunció la catolicidad de España, y un año después,en 1937, impuso la obligatoriedad de laenseñanza de la religión.56 FUENTES HUMANÍSTICAS 39 DOSSIER
UNA MIRADA AL FRANQUISMO DESDE EL POSFRANQUISTA PARACUELLOS DE CARLOS GIMÉNEZmo soporte de la fe (Paracuellos 3, p. 12)y la violencia metódica como recurso pedagógico:es lo conocido como “la letracon sangre entra”. Rezos forzados e implantadoscon la disciplina (Paracuellos1, p. 27) y violencia didáctico-religiosa,como el caso de los golpes de la maestraa las respuestas equivocadas sobre religión(Paracuellos 2, p. 42), sostienen estetercer pilar.Los buenos son angelicales en su niñez–aunque sean niños grandes– y ensus rasgos: caras redonditas, a pesar delhambre insufrible; rostros amables, inclusodentro de la picardía de algunos; ojosde asombro, de quien poco bueno tienepara asombrarse, y tristeza incalificable.Tristeza es el apellido de Pablito, de Sanchay Miguel, de Felipe Alsina, de Peribáñez,del Hormiga, de Pichi, de Porteritoy de Pim-Pom…Los malos tienen rostros enjutos, ojosinquisidores y desconfiados, gestos seriosy un odio tan largo como de Madrid aMoscú. Son exactamente lo que un malodebe ser en un tebeo. Ni más ni menos.Pero sólo debía haber sido en un tebeo.Y nada más nos queda lo que en realidades lo primordial de Paracuellos:los niños.Para bien y para mal, son los niños losque ocupan el escenario de una realidadque nunca debió producirse; perola historia no funciona con deseos, ni conesperanzas a toro pasado, sino con losposos que es posible –ahora sí– pesar,olfatear, saborear y admirar. Miedo,hambre, ilusiones, sed y frío y deseos, todoes retratado magistralmente por quienes capaz de recordar sin afilar su lápiz conrencor ni con un odio que los lectorespodríamos justificar sobradamente.Los personajes de Giménez son fácilmenteidentificables, como los personajesde El guerrero del antifaz: los hay buenos ymalos, cristianos y moros. Así de simple.Lo admirable de Giménez asoma cuandoentre estos dos modelos de evoluciónpolítico-religiosa lo triste adquiere maticesque transfiguran al personaje de unrecuadro a otro, y cuando la alegría y elllanto hacen surgir en los lectores espontáneasemociones que nos llaman a reproducirnuestros propios Paracuellos. Perosiempre, a pesar de lo que esté lloviendo,hay lugar para el sol en la historia de CarlosGiménez: el consuelo viene de extrañasformas y una de ellas se corona por encimade palizas, humillaciones y desencantos:FUENTES HUMANÍSTICAS 39 DOSSIER 57