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EDITORIAL
Mª Lourdes Alcalá Ibáñez
Inspectora de Educación
Las reformas educativas emprendidas en las últimas décadas nos han enseñado que los
procesos de cambio en Educación son complejos y lentos. De ahí la necesidad de un “pacto de
Estado” que proporcione la estabilidad que el Sistema Educativo Español necesita.
Así se presentó el pasado mes de septiembre, el informe de la OCDE sobre “Política
educativa en perspectiva 2015. Hacer posible las reformas” en el que establecía una serie de
elementos que según los analistas han hallado en las reformas más exitosas de los últimos años.
Según dicho documento, cualquier cambio legislativo que pretenda ser eficaz debe: partir del
consenso, centrarse en las necesidades de los alumnos; hacer evaluaciones que permitan al
alumno mejorar su aprendizaje; desarrollar un plan de formación del profesorado; apostar por el
liderazgo de los equipos directivos; creer en la promoción de una comunidad educativa y en la
autonomía de los centros para adaptarse al contexto. Pero lo más sorprendente es que, pese a ser
la OCDE una organización económica, determina que uno de los aspectos vitales para mejorar la
calidad de la educación es que las políticas deben centrarse en cambiar las prácticas de aula.
Para lograrlo necesitamos que toda “la tribu”: administración, orientadores, asesores de
formación, profesores y padres creamos que la escuela es mucho más que seguir un libro de texto,
preparar exámenes y hacer deberes. Es un lugar donde los alumnos deben sentirse los
protagonistas de su propio aprendizaje, pensar, hacer, sentir, experimentar, compartir y convivir
bajo un clima de confianza y con grandes expectativas sobre ellos.
Sabemos que los cambios e innovaciones pueden decidirse por decreto, pero no se
implantan y mucho menos se generalizan si no existe un compromiso por parte de los profesores y
un plan de asesoramiento de los agentes externos, tanto a los profesores individualmente como a
los centros. En este sentido, se inició el camino el curso pasado en la provincia de Teruel, donde
inspectores, asesores, orientadores, equipos directivos y maestros trabajamos conjuntamente. Una
experiencia y un trabajo de colaboración que debe continuar, si queremos promover y facilitar otras
formas de trabajo en el aula.
En este número podemos ver experiencias con metodologías activas que, a buen seguro,
animaran a otros docentes a introducirlas en sus aulas. Pienso que estamos en el momento
propicio, con un profesorado capaz de liderar cambios que preparen a los alumnos para la
sociedad actual y futura.
“Il faut changer la vie”, escribió Rimbaud hace más de un siglo. Hoy desde la escuela es
urgente crear aulas sin muros donde entre la vida y se abran las puertas a nuevas ilusiones.
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