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escritural". Muestran queelni:fi.o escolarizado aprende a leer paralelamente<br />

a su aprendizaje del desciframiento y no gracias a éste: leer el sentido y<br />

descifrar las letras corresponden a dos actividades diferentes, aun si ambas<br />

se cruzan. Dicho de otra forma, una memoria cultural adquirida mediante<br />

el oído, por medio de la tradición oral, permite y enriquece poco a<br />

poco las estrategias de investigación semántica cuyo desciframiento de<br />

un escrito afina, precisa o corrige las previsiones. Desde la del ni:fi.o hasta<br />

la del científico, la lectura está dispuesta y es posible gracias a la comunicación<br />

oral, "autoridad" innumerablequelos textos casi nunca citan. Todo<br />

sucede pues como si la construcción de significaciones, que tiene como<br />

forma una expectación (esperarse a) o una anticipación (formular hipótesis)<br />

ligada a una transmisión oral, fuera el bloque inicial que el desciframiento<br />

de materiales gráficos esculpía progresivamente, invalidaba, verificaba,<br />

detallaba para darlugar a las lecturas. La grafía sólo labra y abre<br />

la anticipación.<br />

Pese a los trabajos que exhuman una autonomía de la práctica<br />

lectora bajo el imperialismo escriturario, una condición de hecho se ha<br />

creado por más de tres siglos de historia. El funcionamiento social y técnico<br />

de la cultura contemporánea jerarquiza estas dos actividades. Escribir<br />

es producir el texto; leer es recibirlo del prójimo sin marcar su sitio,<br />

sin rehacerlo. A este respecto, la lectura del catecismo o de las Sagradas<br />

Escrituras que el clero recomendaba antaño a madres e hijas, al prohibir<br />

la escritura a estas vestales de un texto sagrado intocable, se prolonga<br />

hoy con la "lectura" de la TV propuesta a los "consumidores" colocados<br />

en la imposibilidad de trazar su propia escritura sobre la pantalla donde<br />

aparece la producción del Otro, de la "cultura". "El vínculo que existe<br />

entre la lectura y la Iglesia"? se reproduce en la relación entre la lectura y<br />

la Iglesia de los medios. De esta forma, a la construcción del texto social<br />

porparte de los intelectuales, parece corresponder todavíasu "recepción"<br />

por parte de fieles que deberían contentarse con reproducir los modelos<br />

elaborados por los manipuladores de lenguaje.<br />

Lo que debe cuestionarse no es, desgraciadamente, esta división<br />

del trabajo (sólo resulta demasiado real), sino la asimilación de la lectura<br />

a la pasividad. En efecto, leer es peregrinar en un sistema impuesto (el<br />

del texto, análogo al orden construido de una ciudad o de un supermercado).<br />

Análisis recientes muestran que "toda lectura modifica su objeto",8<br />

que (Borges ya lo decía) "una literatura difiere de otra menos por el<br />

texto que por la forma en que se le lee",9 y que finalmente un sistema de<br />

Mouton, 1974;Ytembíén leen Hébrard, "Bcole et alphabétisation eu XIX· síecle", participación<br />

en el Coloquio L«r y escribir, Paris, MSH, jun. de 1979.<br />

7 F.Puret y J. Ozouf, op. cit., p. 213.<br />

8 Míchel Charles, Rhétorique de la lecture, París, Seuil, 1977, p. 83.<br />

9 Jorge Luis Borges, cit, en Gérard Cenette. Figures, París, Seuil, 1966, p. 123.<br />

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