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zan en su propio campo. No se consideran pues las mil maneras de "ubicar<br />

correctamente" un proverbio, en tal momento y frente a tal interlocutor.<br />

Este arte se ve excluido, y sus autores, expulsados del laboratorio, no sólo<br />

porque toda cientificidad exige una delimitación y una simplificación de<br />

sus objetos, sino porque a la constitución de un sitio científico, previo a<br />

todo análisis, correspondela necesidad de poder transferir los objetos que<br />

se van a estudiar. Sólo puede estudiarse lo que puede trasladarse. Lo que<br />

no puede arrancarse de raíz se quedará fuera del campo, por definición.<br />

De ahí el privilegio que estos estudios conceden a los discursos, la cosa<br />

que en el mundo resulta la más fácil captar, grabar, transportar y tratar en<br />

lugares seguros, mientras que el acto de habla no puede desprenderse de<br />

su circunstancia. De las prácticas mismas, sólo guardaremos los muebles<br />

(herramientas y productos para colocarse en escaparates) o los esquemas<br />

descriptivos (comportamientos cuantificables, estereotipos de escenificaciones,<br />

estructuras rituales), al dejar de lado lo que no puede arrancarse<br />

de raíz de una sociedad: maneras de utilizar las cosas o las palabras<br />

según las ocasiones. Algo esencial se halla en juego en esta historicidad.<br />

cotidiana, indisociable de la existencia de los sujetos que son los actores y<br />

los autores de operaciones coyunturales. Al contrario, semejante al Dios<br />

de Schreber, que "sólo comercia con cedéveresv.P nuestros conocimientos<br />

parecen únicamente considerar y tolerar los objetos inertes de un cuerpo<br />

social.<br />

¿Fatalidad? Recuerdo el maravilloso Museo Shelbume (Vermont,<br />

E.U.), donde pululan, en las treinta y cinco casas de un pueblo reconstruido,<br />

todos los signos, herramientas y productos de la vida cotidiana del<br />

siglo XIX, desde los enseres de cocina y las mesas farmacéuticas hasta los<br />

instrumentos de tejido, los objetos para el aseo y los juguetes de los niños.<br />

Lo innumerable de las cosas familiares, pulidas, deformadas o embellecidas<br />

por el uso, multiplica también las marcas de manos activas y de cuerpos<br />

laboriosos o pacientes de los que estas cosas componían las redes<br />

cotidianas: presencia obsesiva de ausencias trazadas por todas partes. Al<br />

menos este pueblo atiborrado de objetos abandonados y recogidos remitía,<br />

a través de ellos, a los murmullos ordenados de cien pueblos pasados<br />

o posibles, y uno se ponía a soñar con estas huellas imbricadas en mil<br />

combinaciones de existencias. Como las herramientas, los proverbios, o<br />

discursos diferentes, están marcados por los usos; presentan al análisis huellas<br />

de actos o de procesos de enuncíadón.P denotan las operaciones de las<br />

cuales han sido el objeto, operaciones relativas a situaciones que se pue-<br />

12 Daniel Paul Schreber, Mémoires d'un névropathe, París, Seuil. 1975, p. 60.<br />

13 Analizar "las señales del proceso de enunciación en el enunciado" es, como se sabe, el<br />

objeto estricto de una lingüística de la enunciación. VerOswald Ducrot y Tzvetan Todorov¡<br />

Dictionnaire encydopédique des soencesdu Jangage, París, Seuil, 1972, p. 405.<br />

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