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al orden establecido, una relación entre las Iglesias que defendían otro<br />

mundoy los partidos de izquierda que, desde el siglo XIX, promueven un<br />

futurodiferente. De una y otra parte, se revelan características funcionales<br />

semejantes: la ideología y la doctrina tienen aquí una importancia que no<br />

les conceden los que ejercen el poder; el proyecto de otra sociedad tiene<br />

como efecto el papel prioritario del discurso (reformista, revolucionario,<br />

socialista, etcétera) en contra de la fatalidad o la normalidad de los hechos;<br />

la legitimación mediante valores éticos, mediante unaverdad teórica<br />

o mediante un martirologio debe compensar la legitimidad de la cual<br />

puede acreditarse todo el poder por el solo hecho de su existencia; las<br />

técnicas del "hacer creer" desempeñan un papel más decisivo ahí donde<br />

se trata de lo que todavía no es;18 las intransigencias y las exclusivas doctrinales<br />

son pues más fuertes que en los lugares donde el poder adquirido<br />

permite y a menudo exige los compromisos; finalmente, mediante una<br />

lógica aparentemente contradictoria, todo poder reformista pasa por la<br />

tentación de adquirir ventajas políticas, de transformarse en administración<br />

eclesiástica para sostener su proyecto, de perder así su "pureza" primitiva<br />

o de transformarla en un adorno del aparato, y de transformar<br />

asimismo a sus militantes en funcionarios o en conquistadores.<br />

Esta analogía tiene razones estructurales: no remite directamente<br />

a una psicología de la militancia o a una sociología crítica de las ideologías,<br />

sino de entrada a la lógica de un "sitio" que produce y reproduce,<br />

como sus efectos, las movilizaciones militantes, las tácticas del "hacer<br />

creer" y de las instituciones eclesiásticas en una relación de distancia, de<br />

competencia y de transformación venidera en relación con los poderes<br />

establecidos.<br />

Los tránsitos de los cristianismos a los socialismos gracias a la<br />

mediación de "herejías" o de sectas ha sido objeto de numerosos trabajos,19<br />

ellos mismos operadores de las transiciones que analizaban. Pero si<br />

estos tránsitos conducen las reliquias de creencias religiosas hacia nuevas<br />

formaciones políticas, no se podría concluir que estos restos decreencias<br />

abandonadas autorizan a reconocer algo de la religión en estos movimientos.<br />

Aquí no se está obligado más que por una identificación, no<br />

autorizada, de objetos creídos al acto de creer, y por su corolario que presume<br />

algo de la religión en todo grupo en el que funcionen todavía elementos<br />

que han sido religiosos.<br />

Otro modelo de análisis parece más conforme con los datos de la<br />

historia y de la antropología: las Iglesias, incluso las religiones, serían no<br />

unidades referenciales, sino variantes sociales en las relaciones posibles<br />

18 Daniel Mothé, Lt Mttier de militant, París, Seuil, 1973, hace notar justamente que el militante<br />

es pesimista respecto al presente y optimista en cuanto al porvenir.<br />

19 Veren particular los numerosos estudios de Henri Desroche.<br />

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