manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net
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creía transportada a <strong>un</strong> <strong>de</strong>sierto. Nuestra celdita, sobre todo, me<br />
encantaba.<br />
Pero la alegría que sentía era <strong>un</strong>a alegría serena. Ni el más ligero céfiro<br />
hacía ondular las tranquilas aguas sobre las que navegaba mi barquilla, ni<br />
<strong>un</strong>a sola nube oscurecía mi cielo azul... Sí, me sentía plenamente<br />
compensada <strong>de</strong> todas mis pruebas... ¡Con qué alegría tan honda repetía<br />
estas palabras: «Estoy aquí, para siempre, para siempre...»!<br />
Aquella dicha no era efímera, no se <strong>de</strong>svanecería con las ilusiones <strong>de</strong> los<br />
primeros días. ¡Las ilusiones! Dios me concedió la gracia <strong>de</strong> no llevar<br />
NINGUNA al entrar en el Carmelo. Encontré la vida religiosa tal como me<br />
la había imaginado. Ningún sacrificio me extrañó. Y sin embargo, tú sabes<br />
bien, Madre querida, que mis primeros pasos encontraron más espinas<br />
que rosas...<br />
Sí, el sufrimiento me tendió los brazos, y yo me arrojé en ellos con amor...<br />
A los pies <strong>de</strong> Jesús-Hostia, en el interrogatorio que precedió a mi<br />
profesión, <strong>de</strong>claré lo que venía a hacer en el Carmelo: «He venido para<br />
salvar <strong>alma</strong>s, y, sobre todo, para orar por los sacerdotes».<br />
Cuando se quiere alcanzar <strong>un</strong>a meta, hay que poner los medios para ello.<br />
Jesús me hizo compren<strong>de</strong>r que las <strong>alma</strong>s quería dármelas por medio <strong>de</strong> la<br />
cruz; y mi anhelo <strong>de</strong> sufrir creció a medida que aumentaba el sufrimiento.<br />
Durante cinco años, éste fue mi camino. Pero, [70rº] al exterior, nada<br />
revelaba mi sufrimiento, tanto más doloroso cuanto que sólo yo lo conocía.<br />
¡Qué sorpresas nos llevaremos al fin <strong>de</strong>l m<strong>un</strong>do cuando leamos la <strong>historia</strong><br />
<strong>de</strong> las <strong>alma</strong>s...! ¡Y cuántas personas se quedarán asombradas al conocer<br />
el camino por el que fue conducida la mía...!<br />
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Confesión con el P. Pichon<br />
Esto es tan verdad, que dos meses <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi entrada, cuando vino el<br />
P. Pichon para la profesión <strong>de</strong> sor María <strong>de</strong>l Sagrado Corazón, se quedó<br />
sorprendido al ver lo que Dios estaba obrando en mi <strong>alma</strong>, y me dijo que,<br />
la víspera, al verme hacer oración en el coro, mi fervor le pareció<br />
totalmente infantil y muy dulce mi camino.<br />
Mi entrevista con el Padre fue para mí <strong>un</strong> consuelo muy gran<strong>de</strong>, a<strong>un</strong>que<br />
velado por las lágrimas a causa <strong>de</strong> la dificultad que encontré para abrirle<br />
mi <strong>alma</strong>.