manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net
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¡Qué dulce es, Madre querida, el camino <strong>de</strong>l amor! Es cierto que se pue<strong>de</strong><br />
caer, que se pue<strong>de</strong>n cometer infi<strong>de</strong>lida<strong>de</strong>s; pero el amor, haciéndolo todo<br />
<strong>de</strong> <strong>un</strong> sabor, consume con asombrosa rapi<strong>de</strong>z todo lo que pue<strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>sagradar a Jesús, no <strong>de</strong>jando más que <strong>un</strong>a paz humil<strong>de</strong> y prof<strong>un</strong>da en<br />
el fondo <strong>de</strong>l corazón...<br />
¡Cuántas luces he sacado <strong>de</strong> las obras <strong>de</strong> nuestro Padre san Juan <strong>de</strong> la<br />
Cruz...! A la edad <strong>de</strong> 17 y 18 años, no tenía otro alimento espiritual. Pero<br />
más tar<strong>de</strong>, todos los libros me <strong>de</strong>jaban en la ari<strong>de</strong>z, y aún sigo en este<br />
estado. Si abro <strong>un</strong> libro escrito por <strong>un</strong> autor espiritual (a<strong>un</strong>que sea el más<br />
hermoso y el más conmovedor), siento que se me encoge el corazón y leo,<br />
por así <strong>de</strong>cirlo, sin enten<strong>de</strong>r; o si entiendo, mi espíritu se <strong>de</strong>tiene, incapaz<br />
<strong>de</strong> meditar...<br />
En medio <strong>de</strong> esta mi impotencia, la Sagrada Escritura y la Imi-[83vº]tación<br />
<strong>de</strong> Cristo vienen en mi ayuda. En ellas encuentro <strong>un</strong> alimento sólido y<br />
completamente puro. Pero lo que me sustenta durante la oración, por<br />
encima <strong>de</strong> todo, es el Evangelio. En él encuentro todo lo que necesita mi<br />
pobre <strong>alma</strong>. En él <strong>de</strong>scubro <strong>de</strong> continuo nuevas luces y sentidos ocultos y<br />
misteriosos...<br />
Comprendo y sé muy bien por experiencia que «el reino <strong>de</strong> los cielos está<br />
<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> nosotros». Jesús no tiene necesidad <strong>de</strong> libros ni <strong>de</strong> doctores<br />
para instruir a las <strong>alma</strong>s. El, el Doctor <strong>de</strong> los doctores, enseña sin ruido <strong>de</strong><br />
palabras... Yo n<strong>un</strong>ca le he oído hablar, pero siento que está <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mí,<br />
y que me guía momento a momento y me inspira lo que <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cir o<br />
hacer. Justo en el momento en que las necesito, <strong>de</strong>scubro luces en las que<br />
hasta entonces no me había fijado. Y las más <strong>de</strong> las veces no es<br />
precisamente en la oración don<strong>de</strong> esas luces más ab<strong>un</strong>dan, sino más bien<br />
en medio <strong>de</strong> las ocupaciones <strong>de</strong>l día...<br />
Madre querida, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tantas gracias, ¿no podré cantar yo con el<br />
salmista: «El Señor es bueno, su misericordia es eterna»?<br />
Me parece que si todas las criaturas gozasen <strong>de</strong> las mismas gracias que<br />
yo, nadie le tendría miedo a Dios sino que todos le amarían con locura; y<br />
que ni <strong>un</strong>a sola <strong>alma</strong> consentiría n<strong>un</strong>ca en ofen<strong>de</strong>rle, pero no por miedo<br />
sino por amor...<br />
Comprendo, sin embargo, que no todas las <strong>alma</strong>s se parezcan; tiene que<br />
haberlas <strong>de</strong> diferente alcurnias, para honrar <strong>de</strong> manera especial cada <strong>un</strong>a<br />
<strong>de</strong> las perfecciones divinas.