manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net
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adon<strong>de</strong> me esperaba<br />
quien yo bien me sabía».<br />
Ese lugar era el Carmelo. Pero antes <strong>de</strong> «sentarme a la sombra <strong>de</strong> Aquel a<br />
quien <strong>de</strong>seaba», tenía que pasar por muchas pruebas. Pero la llamada<br />
divina era tan apremiante, que si hubiera tenido que pasar entre llamas, lo<br />
habría hecho por ser fiel a Jesús...<br />
Sólo encontré <strong>un</strong> <strong>alma</strong> que me animase en mi vocación: la <strong>de</strong> mi Madre<br />
querida... Mi corazón encontró en el suyo <strong>un</strong> eco fiel; y sin ella, yo no<br />
habría llegado en modo alg<strong>un</strong>o a la ribera bendita que la había acogido a<br />
ella cinco años antes en su suelo impregnado <strong>de</strong>l rocío celestial...<br />
Sí, hacía cinco años que yo estaba separada <strong>de</strong> ti, Madre querida, y creía<br />
que te había perdido. Pero en el momento <strong>de</strong> la prueba fue tu mano la que<br />
me indicó el camino que <strong>de</strong>bía seguir... Necesitaba ese consuelo, pues las<br />
visitas al locutorio <strong>de</strong>l Carmelo me resultaban cada vez más penosas; no<br />
podía hablar <strong>de</strong> mis <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> entrar, sin verme rechazada. María<br />
pensaba que era <strong>de</strong>masiado joven y hacía todo lo posible por impedirme<br />
entrar; y tú misma, Madre, a fin <strong>de</strong> probarme, tratabas a veces <strong>de</strong> mo<strong>de</strong>rar<br />
mi entusiasmo [49vº]. En fin, que si no hubiese tenido verda<strong>de</strong>ra vocación,<br />
me hubiera vuelto atrás <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer momento, pues en cuanto empecé<br />
a respon<strong>de</strong>r a la llamada <strong>de</strong> Jesús me encontré con obstáculos.<br />
No quise hablarle a Celina <strong>de</strong> mis <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> entrar tan joven en el<br />
Carmelo, y eso aumentó mi sufrimiento, pues me resultaba muy difícil<br />
ocultarle nada... Pero este sufrimiento no duró mucho, pues pronto mi<br />
hermanita querida se enteró <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>terminación, y, lejos <strong>de</strong> intentar<br />
disuadirme, aceptó con <strong>un</strong> valor admirable el sacrificio que Dios le pedía;<br />
para enten<strong>de</strong>r cuán gran<strong>de</strong> era ese sacrificio, habría que saber hasta qué<br />
p<strong>un</strong>to estábamos <strong>un</strong>idas...<br />
Una misma <strong>alma</strong>, por así <strong>de</strong>cirlo, nos hacía vivir. Des<strong>de</strong> hacía alg<strong>un</strong>os<br />
meses, disfrutábamos j<strong>un</strong>tas <strong>de</strong> la vida más dulce que <strong>un</strong>as jóvenes<br />
puedan soñar. Todo alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> nosotras respondía a nuestros gustos.<br />
Teníamos <strong>un</strong>a gran libertad. En <strong>un</strong>a palabra, yo solía <strong>de</strong>cir que nuestra<br />
vida era en la tierra el i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> la felicidad...<br />
Pero apenas habíamos comenzado a saborear este i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> la felicidad,<br />
tuvimos que ren<strong>un</strong>ciar libremente a él, y mi querida Celina no se rebeló ni<br />
por <strong>un</strong> instante.