manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net
manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net
manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
¡Qué dulce fue el primer beso <strong>de</strong> Jesús a mi <strong>alma</strong>...! Fue <strong>un</strong> beso <strong>de</strong> amor.<br />
Me sentía amada, y <strong>de</strong>cía a mi vez: «Te amo y me entrego a ti para<br />
siempre».<br />
No hubo preg<strong>un</strong>tas, ni luchas, ni sacrificios. Des<strong>de</strong> hacía mucho tiempo,<br />
Jesús y la pobre Teresita se habían mirado y se habían comprendido...<br />
Aquel día no fue ya <strong>un</strong>a mirada, sino <strong>un</strong>a fusión. Ya no eran dos: Teresa<br />
había <strong>de</strong>saparecido como la gota <strong>de</strong> agua que se pier<strong>de</strong> en medio <strong>de</strong>l<br />
océano. Sólo quedaba Jesús, él era el dueño, el rey. ¿No le había pedido<br />
Teresa que le quitara su libertad, pues su libertad le daba miedo? ¡Se<br />
sentía tan débil, tan frágil, que quería <strong>un</strong>irse para siempre a la Fuerza<br />
divina...!<br />
Su alegría era <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong> y <strong>de</strong>masiado prof<strong>un</strong>da para po<strong>de</strong>r<br />
contenerla. Pronto la in<strong>un</strong>daron lágrimas <strong>de</strong>liciosas, con gran asombro <strong>de</strong><br />
sus compañeras, que más tar<strong>de</strong> comentaban entre ellas: «-¿Por qué<br />
lloraba? ¿Habría algo que la atormentaba? -No, sería porque no tenía a su<br />
madre a su lado, o a su hermana la carmelita a la que tanto quiere». No<br />
comprendían que cuando toda la alegría <strong>de</strong>l cielo baja a <strong>un</strong> corazón, este<br />
corazón <strong>de</strong>sterrado no pue<strong>de</strong> soportarlo sin <strong>de</strong>shacerse en lágrimas...<br />
No, el día <strong>de</strong> mi primera com<strong>un</strong>ión, no me entristecía la ausencia <strong>de</strong><br />
mamá: ¿no estaba el cielo [35vº] <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mi <strong>alma</strong>, y no ocupaba en él <strong>un</strong><br />
lugar mi mamá <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía mucho tiempo? Entonces, al recibir la visita <strong>de</strong><br />
Jesús, recibía también la <strong>de</strong> mi madre querida, que me ben<strong>de</strong>cía y se<br />
alegraba <strong>de</strong> mi felicidad...<br />
Y no lloraba tampoco la ausencia <strong>de</strong> Paulina. Qué duda cabe que me<br />
habría encantado verla a mi lado, pero hacía mucho tiempo que había<br />
aceptado ese sacrificio. Aquel día, sólo la alegría llenaba mi corazón; y yo<br />
me <strong>un</strong>ía a mi Paulina, que se estaba entregando <strong>de</strong> manera irrevocable a<br />
Quien tan amorosamente se entregaba a mí...<br />
Por la tar<strong>de</strong>, fui yo la encargada <strong>de</strong> pron<strong>un</strong>ciar el acto <strong>de</strong> consagración a la<br />
Santísima Virgen. Era justo que yo, que había sido privada tan joven <strong>de</strong> la<br />
madre <strong>de</strong> la tierra, hablase en nombre <strong>de</strong> mis compañeras a mi Madre <strong>de</strong>l<br />
cielo. Puse toda mi <strong>alma</strong> al hablarle y al consagrarme a ella, como <strong>un</strong>a<br />
niña que se arroja en los brazos <strong>de</strong> su Madre y le pi<strong>de</strong> que vele por ella. Y<br />
creo que la Santísima Virgen <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> mirar a su florecita y sonreírle. ¿No<br />
la había curado ella con su sonrisa visible...? ¿No había ella <strong>de</strong>positado en<br />
el cáliz <strong>de</strong> su florecita a su Jesús, la Flor <strong>de</strong> los campos y el Lirio <strong>de</strong> los<br />
valles...?