manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net
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hubiese incrédulos que no tuviesen fe. Me parecía que hablaban por<br />
hablar cuando negaban la existencia <strong>de</strong>l cielo, <strong>de</strong> ese hermoso cielo don<strong>de</strong><br />
el mismo Dios quería ser su eterna recompensa.<br />
Durante los días tan gozosos <strong>de</strong>l tiempo pascual, Jesús me hizo conocer<br />
por experiencia que realmente hay <strong>alma</strong>s que no tienen fe, y otras que, por<br />
abusar <strong>de</strong> la gracia, pier<strong>de</strong>n ese precioso tesoro, fuente <strong>de</strong> las única<br />
alegrías puras y verda<strong>de</strong>ras.<br />
Permitió que mi <strong>alma</strong> se viese invadida por las más <strong>de</strong>nsas tinieblas, y que<br />
el pensamiento <strong>de</strong>l cielo, tan dulce para mí, sólo fuese en a<strong>de</strong>lante motivo<br />
<strong>de</strong> lucha y <strong>de</strong> tormento...<br />
Esta prueba no <strong>de</strong>bía durar sólo <strong>un</strong>os días, o <strong>un</strong>as semanas: no se<br />
extinguirá hasta la hora marcada por Dios..., y esa hora no ha sonado<br />
todavía...<br />
Quisiera po<strong>de</strong>r expresar lo que siento, pero, ¡ay!, creo que es imposible.<br />
Es preciso haber peregrinado por este negro túnel para compren<strong>de</strong>r su<br />
oscuridad. Trataré, sin embargo, <strong>de</strong> explicarlo con <strong>un</strong>a comparación.<br />
Me imagino que he nacido en <strong>un</strong> país cubierto <strong>de</strong> espesa niebla, y que<br />
n<strong>un</strong>ca he contemplado el rostro risueño <strong>de</strong> la naturaleza in<strong>un</strong>dada <strong>de</strong> luz y<br />
transfigurada por el sol radiante. Es cierto que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la niñez estoy oyendo<br />
hablar <strong>de</strong> esas maravillas. Sé que el país en el que vivo no es mi patria y<br />
que hay otro al que <strong>de</strong>bo aspirar sin cesar. Esto no es <strong>un</strong>a <strong>historia</strong><br />
inventada por <strong>un</strong> habitante <strong>de</strong>l triste país don<strong>de</strong> me encuentro, sino que es<br />
<strong>un</strong>a verda<strong>de</strong>ra realidad, porque el Rey <strong>de</strong> aquella patria <strong>de</strong>l sol radiante ha<br />
venido a vivir 33 años [6rº] en el país <strong>de</strong> la tinieblas.<br />
Las tinieblas, ¡ay!, no supieron compren<strong>de</strong>r que este Rey divino era la luz<br />
<strong>de</strong>l m<strong>un</strong>do... Pero tu hija, Señor, ha comprendido tu divina luz y te pi<strong>de</strong><br />
perdón para sus hermanos. Acepta comer el pan <strong>de</strong>l dolor todo el tiempo<br />
que tú quieras, y no quiere levantarse <strong>de</strong> esta mesa repleta <strong>de</strong> amargura,<br />
don<strong>de</strong> comen los pobres pecadores, hasta que llegue el día que tú tienes<br />
señalado... ¿Y no podrá también <strong>de</strong>cir en nombre <strong>de</strong> ellos, en nombre <strong>de</strong><br />
sus hermanos: Ten compasión <strong>de</strong> nosotros, Señor, porque somos<br />
pecadores...? ¡Haz, Señor, que volvamos justificados...! Que todos los que<br />
no viven iluminados por la antorcha luminosa <strong>de</strong> la fe la vean, por fin,<br />
brillar...<br />
¡Oh, Jesús!, si es necesario que <strong>un</strong> <strong>alma</strong> que te ama purifique la mesa que<br />
ellos han manchado, yo acepto comer sola en ella el pan <strong>de</strong> la tribulación