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manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net

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Recuerdo que en el mes <strong>de</strong> j<strong>un</strong>io <strong>de</strong> 1888, cuando empezaron nuestras<br />

primeras angustias, yo <strong>de</strong>cía: «Sufro mucho, pero creo que puedo soportar<br />

todavía mayores sufrimientos». No sospechaba entonces los que Dios me<br />

tenía reservados... No sabía que el 12 <strong>de</strong> febrero, <strong>un</strong> mes <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi<br />

toma <strong>de</strong> hábito, nuestro padre querido bebería el más amargo, el más<br />

humillante <strong>de</strong> todos los cálices...<br />

¡¡¡No, ese día ya no dije que podía sufrir todavía más...!!! Las palabras no<br />

pue<strong>de</strong>n expresar nuestras angustias; por eso, no intentaré <strong>de</strong>scribirlas.<br />

Algún día, en el cielo, nos gustará hablar <strong>de</strong> nuestras gloriosas<br />

tribulaciones, ¿no nos alegramos ya ahora <strong>de</strong> haberlas sufrido...? Sí, los<br />

tres años <strong>de</strong>l martirio <strong>de</strong> papá me parecen los más preciosos, los más<br />

fructíferos <strong>de</strong> toda nuestra vida. No los cambiaría por todos los éxtasis y<br />

revelaciones <strong>de</strong> los santos. Mi corazón rebosa <strong>de</strong> gratitud al pensar en ese<br />

tesoro que <strong>de</strong>be <strong>de</strong> <strong>de</strong>spertar <strong>un</strong>a santa envidia en los ángeles <strong>de</strong> la corte<br />

celestial...<br />

Mi <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> sufrir se vio colmado. No obstante, mi amor al sufrimiento no<br />

<strong>de</strong>creció, por lo que pronto mi <strong>alma</strong> participó también en los sufrimientos<br />

<strong>de</strong> mi [73vº] corazón. La sequedad se hizo mi pan <strong>de</strong> cada día. Mas<br />

a<strong>un</strong>que estaba privada <strong>de</strong> todo consuelo, era la más feliz <strong>de</strong> las criaturas,<br />

pues veía cumplidos todos mis <strong>de</strong>seos...<br />

¡Madre mía querida, qué hermosa ha sido nuestra gran tribulación, ya que<br />

<strong>de</strong> todos nuestros corazones no brotaron más que suspiros <strong>de</strong> amor y <strong>de</strong><br />

gratitud...! No era ya caminar por los sen<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> la perfección:<br />

¡volábamos las cinco! Las dos pobres <strong>de</strong>sterraditas <strong>de</strong> Caen, a<strong>un</strong>que<br />

estaban en el m<strong>un</strong>do, no eran ya <strong>de</strong>l m<strong>un</strong>do... ¡Y qué maravillas operó el<br />

dolor en el <strong>alma</strong> <strong>de</strong> mi Celina querida...! Todas las cartas que escribió en<br />

esas fechas están impregnadas <strong>de</strong> resignación y <strong>de</strong> amor... ¿Y quién será<br />

capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>scribir las conversaciones que teníamos j<strong>un</strong>tas en el<br />

locutorio...? Las rejas <strong>de</strong>l Carmelo, lejos <strong>de</strong> separarnos, <strong>un</strong>ían todavía más<br />

estrechamente nuestras <strong>alma</strong>s. Teníamos las dos los mismos<br />

pensamientos, los mismos <strong>de</strong>seos, el mismo amor a Jesús y a las <strong>alma</strong>s...<br />

Cuando hablaban Celina y Teresa, ni <strong>un</strong>a sola palabra <strong>de</strong> las cosas <strong>de</strong> la<br />

tierra se mezclaba n<strong>un</strong>ca en sus conversaciones, que eran ya totalmente<br />

<strong>de</strong>l cielo. Como tiempo atrás en el mirador, soñaban con las realida<strong>de</strong>s<br />

eternas. Y para po<strong>de</strong>r gozar cuanto antes <strong>de</strong> esa dicha sin fin, elegían aquí<br />

en la tierra por único lote «el sufrimiento y el <strong>de</strong>sprecio».<br />

Así transcurrió el tiempo <strong>de</strong> mis esponsales..., ¡que se le hizo muy largo a<br />

la pobre Teresita!

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