12.05.2013 Views

manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net

manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net

manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

En esa época, yo estaba sola en la sacristía, por estar muy gravemente<br />

enferma mi primera <strong>de</strong> oficio. Yo tenía que preparar los entierros, abrir las<br />

rejas <strong>de</strong>l coro para la misa, etc. Dios me dio muchas gracias <strong>de</strong> fortaleza<br />

en aquellos momentos. Ahora me preg<strong>un</strong>to cómo pu<strong>de</strong> hacer todo lo que<br />

hice sin sentir miedo. La muerte reinaba por doquier. Las más enfermas<br />

eran cuidadas por las que apenas se tenían en pie. En cuanto <strong>un</strong>a<br />

hermana exhalaba su último suspiro, había que <strong>de</strong>jarla sola.<br />

Una mañana, al levantarme, tuve el presentimiento <strong>de</strong> que sor Magdalena<br />

se había muerto. El claustro estaba a oscuras y nadie salía <strong>de</strong> su celda.<br />

Por fin, me <strong>de</strong>cidí [79vº] a entrar en la celda <strong>de</strong> la hermana Magdalena,<br />

que tenía la puerta abierta. Y la vi, vestida y acostada en su jergón. No<br />

sentí el menor miedo. Al ver que no tenía cirio, se lo fui a buscar, y también<br />

<strong>un</strong>a corona <strong>de</strong> rosas.<br />

La noche en que murió la madre subpriora, yo estaba sola con la<br />

enfermera. Es imposible imaginar el triste estado <strong>de</strong> la com<strong>un</strong>idad en<br />

aquellos días. Sólo las que quedaban <strong>de</strong> pie pue<strong>de</strong>n hacerse <strong>un</strong>a i<strong>de</strong>a.<br />

Pero en medio <strong>de</strong> aquel abandono, yo sentía que Dios velaba por<br />

nosotras. Las morib<strong>un</strong>das pasaban sin esfuerzo a mejor vida, y enseguida<br />

<strong>de</strong> morir se extendía sobre sus rostros <strong>un</strong>a expresión <strong>de</strong> alegría y <strong>de</strong> paz,<br />

como si estuviesen durmiendo <strong>un</strong> dulce sueño. Y así era en realidad, pues,<br />

cuando haya pasado la apariencia <strong>de</strong> este m<strong>un</strong>do, se <strong>de</strong>spertarán para<br />

gozar eternamente <strong>de</strong> las <strong>de</strong>licias reservadas a los elegidos...<br />

Durante todo el tiempo que duró esta prueba <strong>de</strong> la com<strong>un</strong>idad, yo tuve el<br />

inefable consuelo <strong>de</strong> recibir todos los días la sagrada com<strong>un</strong>ión... ¡Qué<br />

felicidad...! Jesús me mimó mucho tiempo, mucho más tiempo que a sus<br />

fieles esposas, pues permitió que a mí me lo dieran, cuando las <strong>de</strong>más no<br />

tenían la dicha <strong>de</strong> recibirle.<br />

También me sentía feliz <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r tocar los vasos sagrados y <strong>de</strong> preparar<br />

los corporales <strong>de</strong>stinados a recibir a Jesús. Sabía que tenía que ser muy<br />

fervorosa y recordaba con frecuencia estas palabras dirigidas a <strong>un</strong> santo<br />

diácono: «Sé santo, tú que tocas los vasos <strong>de</strong>l Señor».<br />

No puedo <strong>de</strong>cir que haya recibido frecuentes consuelos durante las<br />

acciones <strong>de</strong> gracias; tal vez sean los momentos en que menos los he<br />

tenido... Y me parece muy natural, pues me he ofrecido a Jesús, no como<br />

quien <strong>de</strong>sea recibir su visita para propio consuelo, sino, al contrario, para<br />

complacer al que se entrega a mí.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!